La belleza en la Edad Media

Por Selva Del Olvido

De manera similar a lo que ocurría con el amor, sobre el que ya hablamos anteriormente aquí, el concepto de belleza en la Edad Media es radicalmente distinto al actual. Aunque esta sensibilidad estética se manifiesta tanto en la percepción de objetos y obras de arte como en el concepto de belleza física en sí en el presente artículo, por razones de espacio, sólo trataremos el último de estos puntos.
Las invasiones bárbaras y la expansión del cristianismo por el imperio determinan la ruptura con los conceptos de belleza clásicos. Las proporciones y conceptos sobre los que se sostenían la belleza física en el Imperio romano dejan de tener validez a partir de la Alta Edad Media a medida que se fomentan nuevos ideales de belleza física que tienen su máxima expresión, sobre todo en el caso de belleza femenino, a partir del siglo XI, en paralelo al desarrollo del amor cortés, que cantará sus alabanzas a la amada sosteniéndose en estos nuevos valores estéticos. Pero antes que nada hemos de tener en cuenta que para la mentalidad de la época solo la persona perteneciente al estamento nobiliar podía ser verdaderamente bella.

Así vemos como se desarrolla una imagen de belleza femenina muy en relación con el gusto de los pueblos del Norte. Una larga cabellera rubia, una frente despejada, piel blanca, unos labios finos, un talle estrecho y senos pequeños son la base de la “mujer ideal de la época”. Al igual que hoy día las mujeres de la época recurrirán a los medios a su alcance (afeites, maquillaje, etc.) para conseguir amoldarse a este modelo ideal.
Pero también entre los hombres existe un modelo de belleza. Los cabellos rubios y ondulados y la tez blanca también son muy apreciados como signos de belleza en los varones. Pero, a diferencia de las mujeres, sin embargo, el interés no se centra tanto en el rostro como en el físico. Todo se pone en relación con la actividad que desempeñaban los hombres de la nobleza. Los constantes ejercicios para desempeñar el uso de las armas o actividades lúdicas como la caza favorecían un potente físico que era, además, considerado como la base de la belleza masculina de la época.
Vemos, de esta manera, como a pesar del hecho de que entre los textos religiosos se repetía la continua idea de que todo lo físico estaba relacionado con el pecado las capas altas de la sociedad de la época rendía cierto “culto al cuerpo“, basándose en su propio concepto de belleza en una tendencia que parece haberse ido acentuando hasta llegar a nuestros días.