La bendición de las canas

Por Frabreum @FRABREUM


Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún han de morarancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con un bastón en lamano por lo avanzado de su edad. (Zacarias 8:4).
Nuestro Dios no hace distinción de edad, él se complaceexactamente igual en bendecir a un tierno bebe que a un anciano encanecidoencorvado por el paso de los años. Para él todos somos sus hijos, frágiles,indefensos y necesitados de su protección y amparo. Por eso las palabras delsalmista brindan ánimo a cualquier lector: «El que habita al abrigo delAltísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente» (Sal. 91: 1).
No estaba en el plan de Dios que tuviéramos un límite deaños para vivir, sino que viviéramos eternamente, para que todos los díashieran una fiesta de felicidad, paz y amor. Hay personas a las que nadie les hacantado nunca el «cumpleaños feliz», que no han recibido una felicitación, niun beso, ni un abrazo. Para ellas tengo un mensaje alentador: «Dios no esperaal día de tu cumpleaños para brindarle amor, sino que todos los días derramasus más ricas bendiciones sobre tu vida».
No sé en qué grupo te encuentras. Quizás seas una de esaspersonas abandonada a su suerte; o puede ser que te hayan sustentadofísicamente, pero que no conozcas el beso de una madre, la caricia de unaabuela, o la presencia de un padre amoroso. Sea cual fuere tu situación, nuncahas dejado de tener un Padre que te ama y que sigue esperando que vayas a él.
Para poner fin a tanto desorden afectivo que caracterizanuestros días, Dios ideó un plan desde la misma fundación del mundo: Cristovendría para restaurar la vida. El texto de hoy nos dice que cuando el Eternohace morada en nuestra vida, esta se toma feliz a pesar del pecado y a pesar denuestra edad, porque sabemos que él nos ama. ¿Te da miedo la muerte? ¿Te damiedo la vida? No hay nada que temer porque en Cristo está la victoria.
Si amas a Dios y él hace su morada en ti, tendrás garantizadoun futuro eterno.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeresDe la Mano del SeñorPor Ruth Herrera