La bestia y la bella

Publicado el 01 octubre 2013 por Pepecahiers
El fuego proyectaba extrañas formas que se diluían entre los rincones oscuros de aquella enorme estancia. Bella dibujaba su esbelta figura entre las llamas de la chimenea, parecía una figura vaporosa casi etérea y misteriosa. En su rostro iluminado se adivinaba la decepción, la tristeza y también la impaciencia. Recordaba otros tiempos, en los que una historia sorprendente había cambiado su destino de forma inexorable. Su memoria le trajo de vuelta escenas que para siempre formarían parte de su ser, la llegada al castillo, la primera vez que sus ojos se enfrentaron a la Bestia, su miedo, su inseguridad.  Guardaba celosamente su primer suspiro, el vuelco que su corazón le ofreció el primer día que descubrió que amaba sin condiciones al hombre atormentado que se escondía tras aquella maldición. Ahora todo había mutado en un destino marchito e irónico al mismo tiempo. Aquel amor que había consumido a la bestia y dejó libre al hombre, había sido traicionado con el dolor que sólo los desengañados pueden mostrar. Ella había confiado toda su pasión, todo el deseo y también la ternura, pero el tiempo es enemigo de lo sublime, de las quimeras del corazón, se empeña en abrazar la realidad y la vulgaridad de forma taimada. Él, agradecido por todo aquel torrente de humanidad, también la había amado. Recordaba su desesperación por lo inalcanzable, de como se sentía perdido, intentando atrapar la luz de una estrella, tan lejana, tan fuera de sus garras y de su espíritu animal. En su corazón guardaba celosamente el momento en que ella le halló abatido de tristeza y le confesó su amor. Nada parecía real entonces, tanto que siempre pensó que formaba parte de un sueño. Pero los sueños pasan y pronto son sólo recuerdos de un despertar precipitado. Bella y Príncipe se unieron de forma incondicional, aunque la vanidad siempre regresa y él pareció pronto olvidar aquella maldición, entregándose a una vida displicente, llena de aventuras y amantes. La vulgaridad llegó a su vida y era común verlo frecuentar los burdeles más afamados de la comarca. Pretendía que fuera un secreto, pero algunos secretos son tan llamativos como el azabache en la nieve. Bella lo sabía, no podía ser de otro modo y, tras un periodo de lágrimas y pena sostenida, llegó el momento de pensar, de comprender y de actuar. Esa noche, a la luz del fuego, esperó al hombre que había amado, mientras en su boca se dibujaba una sonrisa extraña.Cuando el príncipe penetró en la estancia pudo contemplar aquella figura que, por momentos, le pareció hierática, hasta que se giró sobre él y pudo adivinar entonces que la noche sería tempestuosa. No tardó mucho en percatarse de que, probablemente, le había descubierto su particular castillo de naipes de lujuria desenfrenada. Era lógico pensó, nadie puede disimular una mentira tan pública durante mucho tiempo. Le aguantó la mirada hasta que ella habló:-Hoy es una noche de tristeza y desengaño en la que no pienso aguardar más. Estoy cansada de tus declaraciones de amor, de tus "te quiero" tan pródigos y a la vez tan falsos. ¿Dónde estaban todos esos sentimientos cada vez que me engañabas?, ¿dónde se ocultaban, entre las sabanas de alcoba de tus amantes o entre los cimientos de los burdeles que tanto frecuentas?.
El príncipe bajó la mirada y su voz salió de su boca como si no fuera él mismo, le parecía escucharse muy lejos:
-Lo siento de veras, de nada sirve mentir. Estoy avergonzado. Me siento despreciable y no me parece justo el daño que te he podido hacer, pero no he podido evitarlo, es mi naturaleza, no puedo controlarla, me posee y me utiliza. Si fueras capaz de....
Ella le interrumpió de forma brusca:
-¿Sabes cuanto tiempo que hace que lo se todo?. Hace exactamente noventa y cinco días. Te preguntarás la razón de haber esperado al día de hoy para hablarte de ello.
-Supongo que no has podido aguantar más. Habrás perdido la paciencia - Respondió.
Bella le contestó y su rostro comenzó a iluminarse de forma inquietante:
-Mi paciencia se agotó hace ya mucho tiempo. Noventa y cinco días han sido los que he necesitado para encontrar a la hechicera que te transformó en bestia, y sólo diez minutos para convencerla de que me enseñara el conjuro.
El príncipe no tardó en percatarse de la situación e intentó huir, pero las primeras palabras que Bella pronunció le inmovilizaron en el suelo. Aquella sensación de impotencia le resultaba familiar, al igual que el dolor que sintió. A cada sílaba pronunciada su cuerpo se retorcía como un pelele, comenzaba una transformación cuyo destino inexorable era inequívoco. Cuando todo terminó tenía una rosa entre sus manos. Pudo levantarse, corrió hacia un espejo deseando que aquello solo fuera una pesadilla, un intento de escarmiento y nada más. No fue  así, su imagen era la de aquella bestia atormentada que tiempo atrás se marchitaba entre las sombras de su castillo. Volvía a ser la misma desdicha con apariencia monstruosa. Pudo ver como ella se alejaba escaleras abajo y, antes de abrir la puerta, con fuego en sus ojos le dijo: -¡Recuerda que en los burdeles no admiten animales!. La bestia quedó abatida entre lágrimas y desesperación, mientras un carruaje abandonaba para siempre aquel lugar. Bueno, siempre es mucho tiempo, o quizás no...
Por cierto, el director y guionista francés Christophe Gans, el autor de la muy meritoria "Silent Hill", tiene previsto para el 2014 una nueva adaptación de "La Bella y la Bestia", intentando darle un giro algo más siniestro a la historia ya por todos conocida. Su intención es acercarse a la versión más adulta de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve publicada en 1740, que a la posterior revisión de Beaumont, más cercana a la estructura de un cuento con final feliz.