En 1631, los impresores reales de Londres editaron una traducción al inglés de la Biblia, pero se comieron una palabra. En el versículo 14 del capítulo 20 del Éxodo, se extravió un "no". El problema es que se trataba del séptimo mandamiento, que quedó: "Cometerás adulterio". De inmediato, las autoridades ordenaron perseguir los 1.000 ejemplares publicados y quemarlos, aunque, casi cuatro siglos después, todavía sobreviven 11 de las llamadas Biblias Adúlteras. Una de ellas se puede contemplar en un museo de la Universidad Bautista de Houston (EE UU).
Otra Biblia, la primera impresa en inglés en Irlanda, en 1716, convirtió " go and sin no more" ("no peques más") en " go and sin on more " ("sigue pecando"). Muchas de sus 8.000 copias jamás pudieron ser recuperadas y destruidas.
"Se conocen más de 20.000 versiones manuscritas del Nuevo Testamento y solo unas pocas son idénticas entre sí", explica el genetista Steve Jones en su nuevo libro, Ciencia y creencia. La promesa de la serpiente (editorial Turner). El físico Albert Einstein sostenía que "la Biblia es una colección de leyendas honorables, aunque primitivas, y en cualquier caso bastante infantiles". Jones, nacido en Gales en 1944 y antiguo jefe del Departamento de Genética del University College de Londres, intenta ser más respetuoso en una obra que escudriña los versículos bíblicos desde el punto de vista de un científico.
A lo largo de 358 páginas, con una claridad poco habitual en los científicos reconvertidos a divulgadores, Jones intenta "echar una ojeada fresca" a uno de los libros más influyentes de la historia. George Washington, primer presidente de EE UU entre 1789 y 1797, afirmaba que "resulta imposible gobernar el mundo correctamente sin Dios y sin la Biblia". Mucho más recientemente, su sucesor George W. Bush proclamó: "Siento que Dios quiere que me presente como candidato a la presidencia".
Hoy, expone Jones, dos tercios de los estadounidenses confían en Dios con absoluta certeza y la mitad de ellos asevera que Jesucristo no tardará en volver. La mayor parte de los ciudadanos preferiría votar para presidente a un mormón, a un judío o a un homosexual que a un ateo. Y un tercio de la población cree que la Biblia ha de interpretarse de manera literal. La zarza en llamas hablaba y la mujer surgió de la costilla del hombre.
Jones se encuentra en la otra trinchera. Aunque sostiene que su libro "no pretende ser una declaración a favor o en contra del placer de las sectas; ni un ataque o una defensa, del cristianismo o de cualquier otro credo", es difícil que un cristiano no se replantee su fe después de leer Ciencia y creencia. A medida que la doble hélice de ADN de nuestras células se copia, por ejemplo para concebir un hijo, se va llenando de errores, señala el genetista. Cada recién nacido presenta alrededor de 60 mutaciones. Y lo mismo ocurre con los pergaminos escritos una y otra vez por los escribas, como demuestran la Biblia Adúltera y la Biblia Pecadora.
Acumulando versiones, recuerda Jones, el cristianismo ha tenido 10.000 credos diferentes, muchos de ellos enfrentados entre sí. Desde los tiempos bíblicos hasta la invasión de Irak, se han producido unas 2.000 guerras. "Unos 120 de estos conflictos tuvieron una base eminentemente religiosa", calcula. Analizar, y en muchos casos desmantelar, la Biblia, el Talmud o el Corán es, para Jones, mucho más que un pasatiempo intelectual.
En su libro, el investigador recurre a la geomitología, la disciplina que utiliza la ciencia para buscar los orígenes de las leyendas religiosas. En el caso del Diluvio Universal y el Arca de Noé, Jones recuerda que hay 300 relatos similares sobre inundaciones en todo el mundo. Uno de ellos surgió en Babilonia, en el actual Irak. Su dios decidió exterminar a toda la humanidad excepto a un gobernante llamado Atrahasis, a quien avisó para que construyera un barco para su familia y los animales.
Atrahasis, continúa Jones, existió. Fue señor de Sumeria 3.000 años antes del presunto nacimiento de Jesucristo. Y las excavaciones en los restos de su ciudad muestran las huellas de una gigantesca crecida del río Éufrates en aquella época.
Sin embargo, Jones no se reduce a la manida geomitología. También busca incoherencias ("en el Génesis, por ejemplo, el hombre es creado tanto antes como después de los animales") y hasta errores de Dios. En el Libro de Job, el Señor explica al profeta que el nivel de los océanos es inmutable, porque durante la Creación le ordenó a la marea: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí cesará la arrogancia de tus olas".
"Desde la época del éxodo hasta el siglo XX mantuvo su promesa, pues el límite de la marea alta se hallaba más o menos estable, pero desde principios de la década de 1990 se ha producido un aumento medio de unos tres milímetros al año [por el cambio climático]", bromea Jones.
El genetista también indaga en el origen de la fe en el cerebro humano y acaba con una propuesta. "Así como se han superado los obstáculos de la lengua, la raza y la distancia que otrora nos dividían, ha llegado el momento de abandonar esta última restricción que constituye la religión, que hace mucho más por separar que por unir". Su sustituto, opina, es la ciencia.
C. Marco