Cuando Bob se transformó en indio hopi
Un día Sam Shepard, por entonces un autor de cierto prestigio en el Off-Off-Broadway, descubre una nota en la mesa de su casa. La nota es escueta: «Llamó Dylan. Volverá a llamar.» Intrigado, decide llamar al número de teléfono garabateado más abajo. Tras la conversación, por llamarla de alguna manera, que tiene con su interlocutor decide aceptar el trato.
Rápidamente se pone al corriente. Bob Dylan y otros conocidos músicos van a realizar una gira de unas seis semanas por pequeños pueblos de Nueva Inglaterra. Todo ha surgido con el objetivo de promover la liberación de Robin ‘Huracán’ Carter, que, junto con John Artis, fueron injustamente encarcelados por un triple homicidio que no habían cometido, en un proceso bastante irregular. Se trata de la Rolling Thunder Revue y el propio Dylan en persona le ha contratado para que escriba el guión de una película que tienen pensado rodar durante esa gira.
Y así, sin saber muy bien cómo, Shepard se ve envuelto en toda esa vorágine y pasa a ser un integrante más de la banda. Y, joder, qué banda. Por resumir: T-Bone Burnett, Joan Baez, Roger McGuinn, Rob Neuwirth, Ramblin’ Jack Elliot o el poeta Allen Ginsberg, a los que se unirán, de vez en cuando, Arlo Guthrie o una tal Joni Mitchell.
Y el show comienza. Ya no hay quien lo pare. La Rolling Thunder Revue ha empezado a rodar. Y en cada pueblo donde desembarcan pasa más o menos lo mismo. Al principio muy pocos les reconocen. ¿Quiénes son esos? No sé, parecen una banda de hippies trasnochados. ¿Has visto qué pintas? ¡Jesús! Después tocan. Cualquier lugar les sirve: una biblioteca, el ayuntamiento, los vestíbulos de un hotel… Y siempre acaban llenando esas salas de conciertos improvisadas, dejando a los parroquianos extasiados, preguntándose de dónde demonios han salido toda esa gente. El final tampoco suele variar mucho: dejan a un pueblo donde nunca pasa nada patas arriba. Arrasado tras el paso de un huracán.
En esas actuaciones, aparentemente improvisadas, tendrá cabida casi de todo. Allí habrá, por supuesto, música, pero también recitales poéticos de un Ginsberg en estado de gracia. También alrededor de ellos se desarrollará toda esa mitología que parece acompañar a cualquier banda de rock que se precie. Así, entre noches lisérgicas y días resacosos, no será raro encontrarse con algún que otro periodista carroñero o alguna que otra grupie buscona con ganas de sentirse deseada. Pero, junto con esta fauna, también hay otro tipo de personas. Gente normal. Ciudadanos normales de una América profunda que poco tienen que ver con los habitantes de una gran ciudad. Desde granjeros, muchas generaciones de granjeros, hasta camareras que sólo sueñan con el día de irse definitivamente de allí, pasando por esas señoronas de mediana edad que agarran el bolso más fuerte de lo habitual cuando les ven subir al escenario.
Ah, la película. Se me olvidaba. Pues sí, entre concierto y concierto se rueda algo. Llamarlo película sería arriesgado. Es, cómo decirlo… un experimento. Sí, eso es, un experimento anárquico. Sin guión y sin un plan de trabajo, cada actor hace más bien lo que le da la realísima gana. Ninguno está dispuesto a aceptar órdenes, a que les digan lo que tienen que hacer. Así que entran y salen de escena constantemente, se interrumpen los unos a los otros o, cuando ven que la escena ha decaído y se vuelve previsible, descargan extintores sobre la habitación, inundando todo el suelo de espuma.
Sobrará decir que, dado el ambiente de trabajo, el proyecto de película pronto se irá al garete. Así que, el equipo, Shepard entre ellos, decidirá cambiar de estrategia. A partir de ahora les dejarán actuar libremente y ellos tan sólo intentarán capturar el instante. Las cámaras orbitarán alrededor de ellos como pequeños satélites, de una ciudad a otra, siguiendo y filmando cada una de sus extravagancias y/o locuras. No importa lo que hagan o donde lo hagan, lo único importante es que haya una cámara allí para grabarlo.
Tras muchas escalas, todo este torrente de creatividad y locura tendrá su colofón en el histórico concierto benéfico en el Madison Square Garden de Nueva York, celebrado el 8 de diciembre de 1975, con Roberta Flack (Aretha Franklin no podía) y Mohammed Ali de invitados, y con más de 14.000 espectadores. Esa misma noche recibirán la noticia en directo de la puesta en libertad, bajo fianza, de Robin Carter y John Artis. Pero no sería hasta 1985 cuando conseguirían la libertad.
Casi sin descanso, en abril del 76, se pondrán de nuevo en marcha, ya sin Shepard para documentarlo, en una segunda manga, que les llevará esta vez por el Sur y el Oeste. Intentarán repetir los resultados de la primera, pero esta gira no tendrá ni el éxito ni el impacto de la original, llegándose incluso a suprimir algunos de los conciertos anunciados. Como anécdota, Dylan tardará casi dos años en volver a dar un concierto.
Pero bueno, volvamos al asunto que nos ocupa. Dylan publicará, entre gira y gira, el disco Desire, su decimoséptimo álbum y uno de los mejores de su carrera, cuyo single “Hurricane” no dejaría de sonar en las radios de la época. Sin lugar a dudas, todo un himno. En MI CANCIÓN DE HOY tenéis una magnífica entrada acerca de esta canción.
No sería hasta un par de años después, en 1978, cuando se estrenaría (sí, no estoy loco, al final se estrenó) la película de la gira, titulada Renaldo and Clara, y que cosechó, según dicen, unas críticas feroces. Se puede conseguir rebuscando un poco por internet. Pese a tratarse de una auténtica marcianada, merece la pena echarle el ojo con tal de ver tocar en directo a toda la banda.
Asimismo, en 2002 saldría a la venta, de forma oficial, el disco The Bootleg Series Vol. 5: Bob Dylan Live 1975, The Rolling Thunder Revue, En este doble álbum aparecen recogidas grabaciones en directo de la gira original.
Quien se aventure a leer este libro (si alguno de vosotros lo hace, habrá tenido sentido toda esta parrafada) que no espere un principio, ni una trama y mucho menos un desenlace. ¡Qué os pensáis! Este libro es un caos, de principio a fin. Es algo así como un diario o las crónicas de un viaje donde se mezclan memorias, anécdotas, bocetos de guiones que nunca se llegaron a rodar o poemas rápidos y furiosos, escritos como si con la otra mano estuvieses conduciendo al límite. La estructura es fragmentaria, sin aparente orden cronológico y los personajes aparecerán y desaparecerán caprichosamente, sin que nadie parezca preocuparse. Tan sólo un tipo, “Bob Dylan” se hace llamar, sí, aquel tipo que se inventó a sí mismo, a ratos humano, otras convertido en un mito viviente, estará presente a lo largo de todo el libro, con su figura menuda y escurridiza, intentando cambiar el mundo.
Para terminar, mención aparte merecen las innumerables fotografías, muchas de ellas inéditas, que aparecen en el libro y que corrieron a cargo de Ken Regan, el fotógrafo oficial de la gira.
Texto: Samuel
SHEPARD, Sam. Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera. T-Bone Burnett (prol.); Regan, Ken (fot.); González Corugedo, Fernando (trad.) 1a ed. Barcelona: Anagrama, 2006. 236 p. Crónicas; 75. ISBN: 84-339-2575-6