Wadjda (aka la bicicleta verde) es la historia de una niña de 10 años que desea con todas sus fuerzas tener una bici para poder echarle una carrera a su amigo Abdullah. Hasta aquí todo normal, casi diríamos que banal... Si no fuera porque la niña vive en Arabia Saudí, donde está mal visto que las niñas vayan en bici y jueguen con niños que no sean de su familia.
Así es como un planteamiento sencillo se vuelve de pronto extraordinario, al cambiar nuestro escenario por el de un mundo diferente, sometido a otras reglas. Todavía nos faltaría el segundo requisito para enganchar con una historia: que el personaje principal nos resulte cercano, que nos sintamos identificados en su lucha. Esto rápidamente lo consigue Wadjda, una rebelde y vivaz muchacha que siempre gusta de llegar al límite entre lo que puede hacer y lo prohibido. La película la caracteriza con sencillez cuando en la primera secuencia la vemos con sus características zapatillas converse sobresaliendo del manto de la escuela y de los oscuros zapatos del resto de niñas
Ahora bien, como todo relato clásico, un protagonista necesita de un antagonista. Sería fácil ver aquí a la directora del colegio de Wadjda, la señorita Hussa, quién llevada por el rigor religioso será la principal interesada en "encarrilar" el comportamiento rebelde de la niña hacia formas más aceptadas en la sociedad saudita.
Pero ¡cuidado! desde este punto de vista podíamos pensar que la directora no es más que la correa de transmisión de unos valores sociales, y que por tanto, la verdadera antagonista es la propia sociedad saudí, un patriarcado en el que los hombres llevan la voz cantante, pudiendo casarse de nuevo y haciendo que las mujeres dependan de ellos hasta para poder ir al trabajo en coche
¿Son estos los enemigos de Wadjda? Sí, y no. Wadjda forma parte de ese mundo: adora a su padre y quiere a su madre (que no quiere comprarle la bici porque no considera que sea propio de niñas). Antes hemos dicho que Wadjda tenía una habilidad especial para jugar al filo de las reglas pero sin salirse. Y es verdad: pronto Wadjda comprende qué si quiere salirse con la suya deberá utilizar las mismas reglas del juego para transgredirlas. Si hace falta cambiar los videojuegos y la música rock por el estudio del Corán y su recitación (a fin de poder ganar un concurso religioso y comprarse la bici); Wadjda pondrá en esa empresa todo su empuje, poniendo en ello su ingenio y su corazón.
Y como todo héroe o heroina, no le faltan tampoco aliados a Wadjda, en este caso su vecino Abdullah, quien le enseña a montar en bici y se vuelve su principal amigo. Como la historia es sencilla pero no simple, es un niño (un futuro hombre), quien muestra más respeto y simpatía a la lucha de Wadjda. Aunque ayudarla tal vez implique perder con ella la carrera más tarde... quién sabe.
Recomiendo esta película a todos los que quieran conocer otro mundo: otras costumbres, formas de vestir, otras calles... A mi me ha dado ganas de saber más del país y seguir los avances que lentamente pero inexorablemente están consiguiendo las wadjdas que en él habitan.
Por otro lado, la historia que muy fácilmente podía haberse convertido en un agria denuncia plagada de brutalidad y dolor opta en cambio por la crítica desde dentro, comprendiendo, como Wadjda en un ejercicio de resiliencia del que ya podrían aprender muchos rebeldes sin causa, que el optimismo, la superación y el sentido del humor a veces son las mejores armas para cambiar las cosas.
Epílogo:
La directora es Haifa Al Mansour, la primera mujer en dirigir una película en Arabia Saudita, un país sin apenas industria cinematográfica, hasta tal punto que para encontrar a la actriz que hiciera el papel de Wadjda (Waad Mohammed), hubo que recorrer al boca-oreja ante la ausencia de una agencia de casting digna de tal nombre. Al Mansour dice que se basó en un personaje real, el de una sobrina suya para el papel pricipal. Aunque pienso que bien podría ser un trasunto de la autora, que tuvo que dirigir muchas escenas (situadas en suburbios muy conservadores de Riad) desde una furgoneta con un walkie talkie ya que no estaba bien visto que saliera a la calle rodeada de hombres. Cuenta que su padre, el poeta Abdul Rahman Mansour la crió junto a sus doce hermanos viendo películas VHS (no había cines en aquella época) de Walt Disney y Jackie Chan, de donde la autora probablemente comprendió el valor de los finales felices.
Waad Mohammed y Haifa Al Mansour, las grandes protagonistas
de Wadjda, en el Festival de Cine de Venecia (2012)