Soy un firme defensor del uso de la bicicleta en ciudad, por diferentes motivos que van desde la contaminación hasta el fomento del deporte. La realidad es que en espacios urbanos y siempre que no existan grandes desniveles, la bicicleta es incluso el medio de transporte más rápido.
Pero los ciclistas no acabamos de encontrar nuestro sitio en unas ciudades planificadas para ir deprisa. La gente en las grandes urbes no sabe lo que es disfrutar del camino, no entiende de paciencia y se rige más por el estrés que por la razón. De esa forma, en una sociedad creada para competir a todas horas, los conductores no saben, o no quieren saber, como compartir el asfalto con las bicicletas.
Porque a pesar de que cada vez se están poniendo más de moda, los carriles bici no parecen ser la solución a largo plazo. Sobre todo porque han sido diseñados a posteriori y no se adaptan a la movilidad real de una ciudad, llegando a invadir aceras de peatones como sucede en Getafe. Por no hablar de los carriles bici cuyo recorrido no está conectado entre sí y obliga a los ciclistas a obviar las propias normas de circulación si quieren utilizarlo (también pasa en Getafe). Medidas chapuceras que sólo consiguen enfrentar a los usuarios de las bicicletas también con peatones habituales.
El problema sólo puede resolverse mediante la educación vial, y mediante castigos ejemplares a aquellos conductores que no cumplan con las normas. Porque es terrible esa sensación de ver en las noticias, como ha pasado esta semana en dos ocasiones, como atropellan y asesinan a compañeros ciclistas por la intolerancia de algunos conductores. Cierto es que la mayoría de este tipo de accidentes ocurren en carreteras fuera de poblado, pero utilizar la bicicleta en ciudad no es menos peligroso.
La mayoría de conductores no respetan a los ciclistas, nos toman como un estorbo y minimizan las consecuencias de un posible accidente. De la misma forma que muchos ciclistas, sobre todo en ciudad no respetan las normas de circulación y señalización. Así que unos por otros y al final perdemos los de siempre. Yo también soy conductor y entiendo que la paciencia al volante no es precisamente una virtud, pero creedme cuando digo que quitarle la vida a alguien por querer llegar 3 minutos antes no merece la pena.
PD: Plan para este próximo domingo