“En tiempos de mi niñez, siempre olía mal en nuestra casa. A veces olía tan mal que le pedía a mi madre […] que me mandara al colegio. Quienes pasaban por allí no se paraban ni seguían andando normalmente, sino que corrían como locos hasta dejar atrás nuestra puerta, y no paraban de correr hasta que estaban a media milla de distancia del hedor. Siguiendo el camino, había otra casa a unos doscientos metros, y un día que nuestro olor era demasiado terrible, aquella gente se largó, todos se marcharon a América y nunca más regresaron. Se dijo que le habían contado a la gente de aquel lugar que Irlanda era un hermoso país, pero que el aire allí era demasiado fuerte”
Descubrimiento. De la única obra que Flan O'Brian (nacido Brian Ó Nualláin o O'Nolan, pero con varios alter ego más) escribió en gaélico se podrían extraer innumerables conclusiones, aplicables a no pocos lugares, destacadamente el mío (Galicia): un ácido sentido del humor extremo, pero también un brillante resumen de algunas de las heridas de Irlanda, vengan de fuera ("para los ingleses todos nos llamamos James O'Donnell") o de dentro, como el desmadrado e hilarante hiperenxebrismo gaélico que en muchos lugares de este nuestro país resultaría perfectamente aplicable.
Mucho más de lo que aparenta. Ahi quedará para siempre Corca Dorcha en el imaginario personal.
"El presidente ofreció una medalla de plata como premio para aquel que más seriamente se ocupara del gaélico. Entraron en concurso cinco competidores, que tomaron asiento sobre un muro. A primeras horas del día comenzaron a hablar gaélico poniendo en ello todo su empeño, sin apenas interrumpir el torrente de palabras y disertando únicamente sobre la lengua gaélica. Jamás oí un gaélico tan rápido, sólido y vigoroso como esta marea que fluía sobre nosotros desde el muro. Durante tres horas o así el parlamento fue melodioso y se podían distinguir unas palabras de otras. Por la tarde, la melodía y el significado habían desaparecido casi por completo de lo que decían, y sólo se percibían murmullos sin sentido y gruñidos broncos e incomprensibles. Al llegar la noche, un hombre cayó desmayado, otro se quedó dormido (aun sin callarse), y a un tercero se lo llevaron a su casa aquejado de una encefalitis que lo mandó al otro mundo antes del amanecer”