La boca pobre (Flann O'Brien)

Publicado el 22 mayo 2022 por Gww

Brian O'Nolan es el nombre real del escritor gaélico más conocido como Flann O'Brien, autor de obras muy aclamadas por la crítica y los lectores de su tiempo, entre las que destacan En Nadar o El tercer policía. En esta ocasión, Nórdica Libros publica La boca pobre, una obra satírica publicada originalmente en gaélico y que, por primera vez, es traducida al español desde esta lengua y no desde su versión inglesa.

La boca pobre narra las aventuras, desventuras en realidad, de un joven gaélico, Bonaparte Ó Cúnasa, nacido en la profunda Irlanda, en el imaginario condado de Corca Dorcha, símbolo de la mayor de las pobrezas y miserias, un lugar en el que el hedor a podredumbre causado por el cerdo que alimenta la familia ha expulsado a gran parte de sus vecinos a América y en el que el menú se compone de patatas, tanto para hombres como para bestias.  

Este paraje imaginario parece ser el último e irreductible bastión de lo gaélico, de esa idea nacional que sirve, como todas, para usarla y envolverse cual bandera frente a todo y a todos. Allí se habla el más puro gaélico, se hacen las mejores fiestas gaélicas y se conservan todas las tradiciones gaélicas que los pérfidos ingleses tratan de borrar de la mente de los no tan auténticos gaélicos de las ciudades.

Allí, donde se disfraza a los cerdos con faldas para hacerlos pasar por niños con un perfecto gaélico y donde la escolarización puede durar una mañana a lo sumo, quién necesitará aprender nada de esos extraños profesores que ni hablan ni entienden el ser gaélico.

Y la fe inquebrantable en esta estereotipada visión nacional sirve para dejar a un lado la pobreza, la ignorancia, la miseria y el robo, la vesanía y la brutalidad, todo cuanto pueda parecernos criticable se convierte en esencia identitaria, por tanto, en prueba de autenticidad.

Y es que, poco hay de lamento por la situación del protagonista, antes bien, vemos al niño, luego joven, feliz y confiado, pobre pero orgulloso no sabemos si por incapacidad de reconocer lo terrible de su situación al ver la misma miseria a su alrededor o por una cuestión de caracter. Porque el libro se desliza claramente hacia el humor absurdo, el que pone de manifiesto las mayores contradicciones sin tregua y sin tratar de exponer conclusiones, dejando al lector esta ingrata tarea.

La ironía viene, en primer lugar, de las historias que se cuentan, a cual más absurda. En ellas, los cerdos conviven con las personas en los mismos hogares y reclaman su porción de patatas, en la que la mugre ayuda a educar a los niños como buenos y auténticos irlandeses o en la que las personas se acomodan a comer carbón si no queda otra, maravillándose de poder tener un a dieta tan variada. Allí es donde ir de caza significa robar casas de algunos más afortunados o donde el padre es una figura ausente, que vive a la sombra, aunque no se encuentre al refugio del sol. Donde las fiestas gaélicas son equiparables a los festines dionisíacos de las historietas de Astérix y donde la muerte cabalga siempre próxima, siempre acechante pero con la que se puede charlar amigablemente si no se encuentra mejor compañía.


 Y puede decirse que este libro refleja de algún modo ese sentimiento nacional de los irlandeses oprimidos en su propia tierra por pueblos vecinos, incapaces de dejarles en paz, molestos por su resistencia a dejarse civilizar, negándose a entender su lengua, su modo de vida, viéndose forzados a actuar como colonizadores, al modo deo que ya ejercían en las lejanas tierras africanas.

Pero no es precisamente ésta la intención de  O'Brien. En su vida profesional, escribía en diversos periódicos de Dublín, desde artículos de opinión a crónicas sobre la vida de sus vecinos. Y por ello, no se le escapaba la profusión de libros en los que precisamente exageraban estas notas que hacían parecer a los irlandeses mejores o superiores a fuerza de hacerles parecer idiotas. En suma, O'Brien escribió La boca pobre con el mismo fin que Cervantes lo hizo con el Quijote, a fin de acabar con toda la progenie de libros gaélicos, libros que glosaban las bondades del paisaje y del clima, del hambre y la cerveza en la que flotaban gusanos.

Llegando así al esperpento, O'Brien pretende ridiculizar esas obras en las que se ensalza de manera simple y ramplona aspectos que no denotan más que bajeza y pobreza antes que un supuesto carácter nacional. La borrachera y la ignorancia escolar, la descortesía con los extranjeros o la brutalidad con los animales no son lo que define a los irlandeses, tampoco su estupidez. Porque, en torno a los años veinte y treinta del pasado siglo, el nacionalismo plantó sus reales en la literatura irlandesa con multitud de libros ensalzadores hasta la ridiculez. Un espíritu refinado y progresista como el de O'Brien no podía sino horrorizarse ante estos extremos en los que pretendía fundarse un mito nacional.

Y así, decidido a exponer el absurdo llevándolo un paso más allá, riéndose de la estupidez que exhibían los adalides gaélicos, escribe La boca pobre, en un proceso admirable del que, lamentablemente, no parece existir parangón en tierras más cercanas donde también se exponen sin vergüenza ideas similares.

Es en la exageración de la pobreza y en el profundo idiotismo que revela la propia consideración que los personajes tienen de sí mismos, de su vida, donde se halla el filón irónico más vibrante de La boca pobre. Es aquí donde podemos reír descarnadamente con estos personajes caricaturescos e, incluso, sonrojarnos con tanta majadería. Es aquí donde disfrutamos de la prosa de O'Brien olvidando el dramatismo que subyace en ella, y es ésta la medida de su habilidad para trabajar con un doble registro, la ironía y la denuncia, sin que se hagan obvias sus intenciones de manera tosca, sino sutil.

Pero el mérito de esta edición, debe ser compartido con Antonio Rivero Taravillo, no solo por haber tomado el texto gaélico original y traducirlo sin pasar por la versión inglesa, ni por su clarificadora introducción, sino por su habilidad para trasladar a nuestro idioma un lenguaje, unos giros y unas expresiones que, sin necesidad de numerosas notas al pie de página, hacen de la lectura un trabajo sencillo y agradable.