Cuando fuimos a Barbastro, a #catandosomontano aprovechamos la visita para visitar uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: La Bodega del Vero. Es un colmado de Ultramarinos de toda la vida. Uno de aquellos “queviures” de pueblo donde antes podrías encontrar media docena de huevos al lado de una brocha para pintar la casa y debajo de una pastilla de jabón lagarto.
Bien quizá esté exagerando en colocar cada cosa, la intención es recordar aquellas tiendas que eran únicas y que servían para abastecer de todo a los que vivían alejados de las grandes ciudades. Guarda su encanto, algún objeto que ayuda a no olvidarse de su historia y algún otro a no olvidarse de su origen. La bodega del Vero era una fábrica de chocolate y el pequeño molino que ahora hay en su comedor así lo indica.
Todos estos cachivaches decoran lo que ahora es una tienda de productos frescos del territorio, de productos gourmets, de embutidos, quesos y foies en su entrada a pie de calle. Podríamos quedarnos ahí, ya vale la pena que nos os saltéis la visita si vais a Barbastro. Pero al final de la tienda, casi escondida hay una escalera que nos lleva al restaurante.
En el sótano, donde antes se molía el
haba de cacao o se secaban los manojos de plátanos; lleno de arcos, luz de velas, botellas de vinos llenas de polvo, vajilla típica de la campiña inglesa y una chimenea está el
restaurante de la Bodega del Vero donde se va a desconectar.
Nada de cobertura, ni wifi y ni casi luz para hacer las fotos. No hay
carta, te la dicen al momento ya que los platos dependerán de lo que tengan en su tienda. Como fijo nos explican que siempre se puede tomar una
tabla de quesos, patés o embutidos y alguna ensalada. De segundo otro fijo es el
chuletón de mal llamado buey. Es
vaca vieja, nada despreciable por otro lado.
Así que nos decidimos por una
ensalada verde bien colmada de
tomate rosa de barbastro, bueno, carnoso y sabroso. Además, algo de
lechuga, espárrago de Navarra y unas buenas lascas de ventresca de atún. Una ensalada generosa más que suficiente para los dos. De hecho si hubiera habido dos más, también hubieran comido.
De segundo escogemos el
chuletón, también para compartir. Marcado en la cocina y servido en losa para que se acabe de hacer a gusto de cada uno. Buena carne y también suficiente ración!
De postre
fruta fresca… Y founde de chocolate. De perdidos al Rio! No tenemos fotografías decentes, así que tendréis que poner imaginación. La fruta venía cortada en un plato: plátano, kiwi, Naranja… y a mojar en el chocolate deshecho.
Comimos por 80 euros con una botella de vino de la tierra
Sers Syrah de DO Somontano, café y petit fours!. Una buena experiencia y un buen lugar en el que estuvimos más de un par de horas relajados, disfrutando de las paredes y las botellas de vinos empolvadas y de los buenos productos de la tierra.
Eso sí, tened claro, muy claro de que es un sitio para ir sin ninguna
prisa. Si vais justos de tiempo, os desesperareis!