La Bohème, cuarta ópera de Puccini, es una obra que va directa a donde más duele, a ese órgano que palpita y que administra los sentimientos que rigen las relaciones humanas, para bien o para mal según las circunstancias.Los protagonistas son dos parejas que viven una historia de amor y desamor, ambas con generosidad pero una de ellas marcada por un final trágico.Rodolfo y Mimí se conocen en el primer acto y como en la ópera todo sucede de forma precipitada (cuestión de duración y de síntesis), se enamoran a primera vista y lo atestiguan con dos arias y un dúo de esos que pone la piel de gallina, sea ponedora o no lo sea.
En el segundo acto aparece Musetta en el Café Momus, donde los cuatro bohemios y la recién incorporada Mimí celebran la Noche Buena. La ex pareja de Marcello protagoniza una de las escenas concertantes más estimulantes de la ópera, provocando los celos de este y consiguiendo que sucumba a sus encantos que ella misma proclama en el celebre “vals de Musetta”.El tercer acto es para mi el mas redondo, tanto musical como dramáticamente hablando y donde se descubren los pormenores de ambas relaciones. Ninguna de las dos tienen continuidad por diferentes motivos. Mimí que no comprende el abandono de Rodolfo descubre los motivos. Ella esta gravemente enferma y él no puede proporcionarle el sustento económico para hacer que su vida sea más llevadera marcada por la enfermedad y se despiden con un “adiós sin rencor” pero cuando llegue la primavera, que el invierno se lleva mejor con arrumacos y colorcito mutuo. Musetta sigue coqueteando y provocando los celos de Marcello. Proclama que no soporta a los “amantes que se comportan como maridos” y su espíritu libre hace presagiar que la relación tiene los días contados. Varios dúos y un cuarteto con un sustento musical magnifico hacen de esta parte la más memorable. Dos caras de la misma moneda, eso que llamamos amor imposible.En el cuarto acto regresamos a la buhardilla. Rodolfo y Marcello rememoran sus antiguos amores y comentan el devenir de sus ex amantes hasta que llegan Schaunard y Colline y protagonizan una satírica escena, preámbulo del trágico desenlace. Puccini sabe crear la tensión hasta el final, que aunque sabido, no deja indiferente a nadie. Aunque te prepares para ello, hay que tener el pañuelo cerca para evitar que te cuelgue el moco cuando se enciendan las luces acabada la función.Lo que hace que esta obra sea la más aceptada por el público, aunque se reniegue de la ópera, es su adhesión al movimiento operístico conocido como “Verismo” y que pretende acercar la realidad y la naturalidad a los libretos de las óperas, alejandose de los números cerrados del “Bel canto” decimonónico, dejando que el continuo soporte musical discurra con la trama y donde las arias emergen de manera espontánea sin impedir el discurso de la acción. La música de Puccini y el canto al servicio de los sentimientos hacen el resto.Disfrutar de esta obra maestra puede que no te haga un amante de la Ópera, pero seguro que es el mejor comienzo para poder llegar a serlo.