Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda (Foto: EFE)
El Gobierno de España, que preside en minoría Mariano Rajoy, está en pleno trámite de aprobación, en el Congreso de los Diputados, de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del año en curso y, por tal motivo, tiene abierta la chequera para arrancar el apoyo suficiente de la oposición para validar las cuentas. Ya ha conseguido superar -con el triple empate entre síes y noes que provoca su rechazo- el debate de las enmiendas a la totalidad del proyecto de ley presupuestario. Para lograrlo, ha llegado a acuerdos con los grupos parlamentarios de Ciudadanos, Foro Asturias, Partido Nacionalista Vasco, Coalición Canarias y con el único diputado de Nueva Canarias que le han permitido sumar esos 175 votos favorables que necesitaba para que no le echaran para atrás (con enmiendas a la totalidad) las cuentas públicas. Pero ha dejado “píldoras” dialécticas por parte del ministro encargado en defender las cuentas, durante el rifirrafe parlamentario, que denotan la sensibilidad gubernamental y el concepto de gasto social que tiene el Gobierno. Y es que las palabras o los conceptos tienen significados que revelan las intenciones o lo que piensa quien los utiliza. Es lo que le ha sucedido a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, al rechazar toda propuesta sobre gasto social con la advertencia de que “acabamos de salir de una crisis que venía de una borrachera de gasto social y ya quieren que salgamos de copas”, pronunciada contra quienes exigen recuperar los niveles de inversión social previos a la crisis en las cuentas del Estado, en correspondencia con esa recuperación de la actividad económica que el mismo Gobierno no se cansa de pregonar.No es un inocuo lapsus verbal ni una metáfora desafortunada lo que ha escupido el ministro Montoro. No lo es porque tachar de borrachera o despilfarro el gasto social, como suelen considerar a estas partidas desde la bancada conservadora, denota prejuicios ideológicos y no dificultades financieras o contables. El sustantivo escapado al ministro ha puesto al descubierto su pensamiento auténtico, lo que piensa de verdad sobre el gasto social, acorde con la doctrina neoliberal con la que profesa su ideología, tendente a “adelgazar” al Estado de la “grasa” de servicios y prestaciones sociales que considera improductiva e innecesaria, mediante recortes que se justifican con el subterfugio de la sostenibilidad de las cuentas públicas. Sin embargo, no se esgrime la misma reserva con el gasto en Defensa, por ejemplo.
Miente descaradamente el ministro de Hacienda al sostener que el gasto social aumenta en estos PGE de 2017, cuando en el Programa de Estabilidad que remite el Gobierno a Bruselas reconoce que su porcentaje en el PIB bajará cada año (del 28,6% en 2014, al 26,9% en 2017 y al 25,5% en 2020, según desvela Joaquín Estefanía). Miente para no reconocer que la ideología neoliberal que caracteriza a la derecha, a la que pertenece este Gobierno conservador, no es partidaria del Estado de Bienestar ni de ninguna política tributaria progresiva (que pague más el que más tiene) ni, desde luego, de que el Estado intervenga para corregir desigualdades sociales o regular la actividad económica en beneficio del interés general de los ciudadanos. De ahí que haga todo lo posible, sin desenmascararse completamente, por reducir progresivamente o suprimir todo gasto social con el pretexto de reducir el déficit o lograr la sostenibilidad de unos servicios públicos cada vez más raquíticos en financiación y prestaciones. Miente e insulta para esconder la verdad de unas políticas claramente injustas y desproporcionadas que castigan a los más indefensos, a los desfavorecidos condenados a no esperar ninguna ayuda del Estado porque ello no es rentable y supone un “gasto” insostenible a las arcas públicas. Y la mejor manera de expresarlo que ha hallado Cristóbal Montoro es la de tildar de “borrachera” ese gasto social que tanto desprecia la derecha, cuando la ebriedad más repugnante es la que nubla a este Gobierno con su sumisión al Capital y su afán por empobrecer a trabajadores y clases medias de este país. Y por su irrefrenable tendencia a la corrupción. Eso sí que es estar ciego con borrachera de campeonato.