La Bruja (Robert Eggers, 2015)

Publicado el 11 mayo 2016 por Therebeldelgado

El día de la bestia


Pocas figuras han tenido tanta trascendencia y han causado tanto temor a lo largo de la historia como la de la bruja. Representada habitualmente volando montada sobre su escoba, la historia de la bruja va mucho más allá, desde sus poderes maléficos a sus famosos aquelarres. Por eso no es de extrañar que el estereotipo que arrastraría la figura de la bruja sobre todo en el medievo siempre lleve a pensar en ella como un ser maligno que terminaba quemado en una hoguera.  
Aquí lo que tenemos es una figura expuesta de tal forma que sirve tanto como para escenificar el miedo como para retratar la mítica leyenda en base a su capacidad para desestabilizar la fe y el núcleo familiar más leal.  
La bruja es una pequeña gran película. Tanto en el desarrollo de su temática como en el trasiego lento de la misma hasta un final brillante. Y si. Las alabanzas están justificadas, en gran parte por el cuidado que demuestra su director, que venía de dirigir el corto The tell-tale heart (2008) y que debuta en el largo con esta cinta de corte clásico, aunque parece que lleve tiempo dirigiendo, y que le valió el premio al mejor director en el Festival de Sundance 2015.
La historia nos traslada a la Nueva Inglaterra de 1630, para hacernos una idea, 60 años de los míticos juicios de Salem que pusieron fin a toda la oleada paranoica sobre las prácticas de brujería. Un granjero inglés, ante la presión de su iglesia, decide tomar el camino del exilio junto a su mujer y sus cinco hijos. La familia retoma su vida en una cabaña situada en un inhóspito bosque donde según cuenta la leyenda, un mal sobrenatural controla la zona. Cuando todo parece ir bien, la desaparición de su hijo recién nacido y la pérdida de las cosechas, pondrán a prueba la fe y la unión de la familia.

Anya Taylor-Joy da vida a Thomasin, la joven de la familia que tras un inocente juego infantil será tomada por una bruja, causante de todos los males de la familia.


La bruja no es una película de terror al uso, al menos si tomamos este como la típica producción actual plagada de sustos con su consiguiente subida de volumen, sangre y artificios varios. Podríamos enmarcarla en ese denominado terror psicológico que se sirve de un escenario minimalista y una atmósfera hipnótica que consiguen su propósito desde el primer minuto: perturbar
Sin necesidad de revolucionar nada -su envoltorio de cuento clásico es notable- en La bruja prima mucho la forma, que en definitiva es lo que hace que todo funcione. Su lento desarrollo convierte a su narrativa en un dechado de virtudes que sirve tanto como para mostrar la manera de vivir de la época -ojo a ese cuidado detalle en la forma de hablar- como para desarrollar perfectamente a sus personajes, que bien podríamos calificar de unos verdaderos fanáticos religiosos. A partir de su arranque, la película de Eggers se sirve de la iconografía del cuento clásico y tampoco olvida de donde viene, encontrándonos en sus imágenes ciertos aires al Kubrick de El resplandor, al Shyamalan de El bosque o, incluso, al Haneke de La cinta blanca
En su forma, que va in crescendo, pronto la tensión tomará un papel importante. Mediado el metraje, la evolución de los personajes es evidente, destacando sobre todo la joven Anya Taylor-Joy, la actriz de 18 años que da vida a Thomasin, y todo se ha vuelto tan fascinantemente perturbador que nos deja prendados de su final. Todos los elementos sobrenaturales se han ido añadiendo a través de una excelsa fotografía y una muy buena utilización de los planos y, quitando algún que otro susto, Eggers se ha dedicado más a sugerir que a mostrar. 
Acompañado por la comedida banda sonora de Mark Korven (Cube), ha ido desgranando un terrorífico cuento sobre la religión, el fanatismo, la brujería y la pérdida de la fe. Pero también una historia sobre la fascinación de lo prohibido y de la fuerza de la mujer como elemento desestabilizador de una sociedad patriarcal. Una tesis sobre el terror bien dirigida, bien interpretada y contada de una manera tan realista como efectiva. Un ejercicio de género muy recomendable.