Y es que esta película de terror ambientada en el Siglo XVII vaticina un muy buen futuro para el director americano. Escenas inquietantes, recursos narrativos metafóricos y el uso de un ambiente claustrofóbico, nos transportan a una atmósfera asfixiante ideal para una excelente película de género que nos captura como un miembro más de la familia protagonista y que nos hace sentir su angustia y desesperación.
1630, en el año de nuestro señor en Nueva Inglaterra, una familia es obligada a abandonar el seno de su comunidad y se ve abocada a vivir en una tierra yerma cercana a un frondoso bosque con ancestrales y vetustas historias ocultas.
El matrimonio está formado por William (Ralph Ineson), un predicador protestante, obsesivo y conservador pero muy fiel a su familia; su mujer Katherine (Kate Dickie), dedicada a su familia y las arduas labores de la granja y el campo; y sus cinco hijos: Thomasin (Anya Taylor-Joy), los gemelos Mercy (Ellie Orainger) y Jonas (Lucas Dawson), Caleb (Harvey Scrimshaw) y un bebe recién nacido que provoca el detonante de la maldad del bosque.
Cuando el más pequeño de la familia desaparece misteriosamente y los cultivos que colindan con el bosque no ofrecen ningún tipo de fruto, los miembros de la familia se rebelan unos contra otros y empiezan a comportarse de manera extraña. Todos sospechan que el mal es inherente a ellos mismos, nadie confía en nadie, nadie parece conocer a nadie pero lo que no saben es que, más allá de sus peores temores, un mal sobrenatural les acecha desde el bosque más cercano.
Además, la obsesión compulsiva que tienen por seguir a Dios y a sus Sagradas Escrituras, no les facilita el camino sino que les lleva a vivir sin flexibilidad ni sinceridad ninguna con sus más allegados, cayendo en el error de creer que sólo existe una sola verdad que anula y seduce a todas las demás.
Durante toda la película respiramos casi sin aire y nos encogemos en nuestro asiento creyendo que no podemos pasar la línea de árboles que conducen al bosque. Vivimos sensaciones terroríficas y perturbadoras con cada paso que dan los protagonistas y como si de un hechizo de "la bruja" se tratara, entramos de lleno en lo espeluznante de la trama. Pero, ¿qué sería de una película de terror sin todos estos ingredientes?
La banda sonora, de Mark Korven, no se queda atrás y acompaña con fortuna todo el film, cuyas tonalidades oscuras generan cuadros difíciles de olvidar. Cuadros que por otro lado, no necesitan de escenas de satanismo o brujería muy marcados para conseguir el efecto deseado. Sin lugar a dudas, es lo que el director buscaba y os aseguro que si os gusta este tipo de género, disfrutaréis de una muy buena película con una estupenda ambientación.
Su ritmo lento y delicado ofrece más enjundia si cabe a cada momento que merece la pena ser sufrido minuto a minuto. En definitiva, una historia que vale mucho la pena y que hace que estemos ya esperando el siguiente film de Eggers, un remake de Nosferatu.
Sergi Sanmartí (@Horadelsdaus)