…una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y sus ciudadanos…
Preámbulo de la Ley Orgánica de Educación
Nunca voy a olvidar las clases de historia de Don Paco, uno de los hombres que más marcó mi infancia. Tampoco dejaré atrás las lecturas de ‘Rimas y Leyendas’ de Gustavo Adolfo Becquer que Doña Charo hacía en el aula cuando yo ni alcanzaba los 8 años. Posiblemente, si no fuera por Pilar, mi profesora, también de historia, del instituto, hoy no sería periodista ni estaría escribiendo esto que tú lees. Y cómo olvidarme de Ana, me formó en geografía, economía y como mejor persona. Todos ellos me enseñaron valores como la humildad y la constancia. Me enseñaron a que hay que trabajar duro. Sonrieron con mis logros y se malhumoraron con mis fracasos. Ellos fueron mis profesores.
Todos deberíamos tener muy claro que estas personas, muchas veces anónimas para una gran mayoría, marcan la vida y el destino de nuestros niños, el futuro de nuestros jóvenes y por lo tanto el devenir de la sociedad de un país. Los recortes en educación no se pueden tomar a la ligera, como lo hace la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que usa la demagogia barata para atacar a este colectivo.”Cualquier trabajador de Madrid echa más horas que un profesor”. Y que la jauría salga a la caza del docente.
Cierto es que seguro que hay cosas que mejorar dentro del colectivo, de hecho no lo dudo. Todos mis profesores no fueron buenos, los tuve muy malos, pero también creo que existe la autocrítica dentro de este grupo de personas que tienen en sus manos una gran responsabilidad. Nunca olvidemos que la formación de nuestros hijos depende de ellos. Yo no quiero profesores malhumorados, desganados y apáticos. Quiero profesores felices, alegres y contentos con su trabajo. Quiero que transmitan a sus alumnos pasión por lo que hacen. Quiero que recorten en publicidad institucional, en gasto militar, en subvenciones para escuelas privadas y en asesores institucionales. Pero no en educación pública.
Así que deberíamos pensar muy seriamente a quién debemos criticar. Pensar en los gratos recuerdos de nuestra infancia y darnos cuenta que casi seguramente algunos de nuestros profesores estarán presentes. Ellos no sufrieron recortes, tuvieron la oportunidad de atendernos correctamente, de llamar a nuestros padres cuando hacíamos algo mal y tomarse un café largo y tendido. Ellos sabían nuestro nombre y nuestros apellidos, conocían a nuestros hermanos y sabían cual era nuestro equipo. No quiero que mis (futuros) hijos sean un número en la lista. No. Quiero una educación pública, gratuita y de calidad.