Portadas de revistas especializadas, elogios en do mayor, la lupa en el momento justo, el teléfono no cesa de sonar, la fábrica de adjetivos se ha fijado en la Bien Querida, que no parece flor de un día ni de dos. Basta con escuchar sus piezas, sus letras y melodías. Ella era pintora, hasta que el líder de Los Planetas, J, entendió que lo suyo era escribir canciones, y ella le hizo caso, allá por 2005, y pocos meses después lucía su maqueta puntera de una belleza extraordinaria e inquietante. El mismísimo Antonio Luque, a la sazón Sr. Chinarro, le prestó su banda para una serie de conciertos, el sello Elephant la fichó sin pestañear y de ahí nació "Romancero", un disco sensacional, una nueva dimensión de la canción, de cómo extraer originalidad de un mundo desgastado, de cómo mostrarse sincero ante un mundo jorobado y falso. Baladas de impresión, pop de los sesenta bien licuado, una ranchera extraña y bendita, aires de Magnetic Fields en su aclamado 69 Love Songs, y así hasta el infinito. Ana colabora en el último disco de Los Planetas, Ópera Egipcia, y se sitúa en primera línea de emoción sin previo aviso, justo cuando el universo musical hispano desesperaba de tanto aguardar, en el punto de mira de tanto buscador de mediocres, a punto de caramelo. Son muchas las mujeres libres que saltan al ruedo musical, tan ávido de propuestas novedosas y de exprimir naranjas similares, pero ninguna como ella. La Bien Querida llega a la provincia en formato acústico, es decir, como la canción la trajo al mundo, con las mismas hechuras que la maqueta de marras. Muchas maquetas han construido carreras completas o destruido mitos de conveniencia. En el disco de Ana se comprueba la evolución de la maqueta a la producción, y más vale quedarse con las dos opciones, con Ana y con la Bien Querida. Que la mezquindad no la convierta en la Mal Pagá.
Junio 10, Cultura, Diario de Cádiz