Tal vez usted esté pensando que el buen juez es el que se ajusta a las reglas, no sólo las atinentes a los casos que estudia, sino en general a las reglas que tienen que ver con su profesión, sin embargo esto no es suficiente para ser un buen juez, y es que son tantos los elementos sociales de valoración que cualquier juzgador podría sentirse abrumado, y no es que simplemente deba contar con una buena imagen de mercado sino que en el fondo la legitimación más fuerte que justifica la existencia de la función judicial incluso sobre otras como el pacto social y el Estado de derecho, es la necesidad social de poder contar con personas y órganos que puedan dirimir las controversias de los integrantes de una comunidad, pensemos en un argumento de reducción al absurdo, en el cual hipotéticamente nadie acudiera a los tribunales porque creyera que no sirven para resolver los conflictos, entonces habría que cerrarlos todos porque no se justificaría ni el gasto ni su existencia inoperante.
Ciertamente no hemos llegado a tal caso, pero lo cierto es que la mayoría de personas en este país no tiene la certeza de que un tribunal le resolverá con razón y justicia, muchas veces, asesorados por los abogados piensan que al ingresar su causa a un tribunal podrían obtener justicia sólo a través de negociaciones paraprocesales (en términos llanos, corrupción), a través de la fortuna (tienen el 50% de posibilidades de ganar) o bien para retardar la situación controvertida. Este imaginario sobre la justicia mexicana ha llevado a convertirla (a nivel de imaginario) en un sistema de simulaciones compartidas, es decir, que nadie piensa que obtendrá simple y llanamente lo que el sistema se propone, por lo que para dar lectura a los móviles de los actores de un sistema judicial no basta conocer las reglas sino que es necesario apelar a subsistemas antropológicos, psicológicos, sociológicos, semióticos, etc que ayuden a comprender que espera cada quien, que obtiene en la realidad y que efecto tiene esto en futuros destinatarios del sistema.
Así, al final del día las reglas se convierten en algo accesorio (insistimos, en el imaginario) a nivel social y se torna preponderante el hecho de recapitalizar la buena imagen del juzgador. Una razón más, cuando la imagen de la justicia está bien capitalizada en la sociedad paradójicamente disminuye la litigiosidad, pues resulta que el justiciable satisface su necesidad de justicia de manera pronta y expedita lo que contribuye a evitar que siga buscando por otros medios también judiciales y/o instancias superiores para resolver lo ya resuelto. Por eso la solución al rezago judicial no es la creación de más órganos sino por el contrario, el aumento en la calidad del trabajo de los órganos existentes, una cuestión que dicha así parece de Perogrullo pero que a veces pasamos por alto, y es que las estadísticas demuestran que un vez creados nuevos órganos estos se llenan de causas inmediatamente aumentando la litigiosidad.
La buena imagen ayuda a mejorar entonces la confianza en la institución judicial, y esto no significa que los Estados deban ajustarse más a la opinión pública que al ordenamiento que los originó, sino simplemente que el Estado cuenta dentro de sus elementos con la sociedad a la que a olvidado por mucho tiempo, y ahora es necesario que se convierta en parámetro de sus actuaciones para superar el estado de simulación al que nos referíamos.
Son muchos los instrumentos que a nivel regional y nacional miden la confianza en las instituciones públicas, incluidos los órganos de administración de justicia, los jueces en general no suelen ser en estos instrumentos los líderes sociales que uno pudiera pensar, nuevamente recurriendo al imaginario, el juez parece más bien un catalizador de diversos elementos, incluso en el cine y en la literatura ¿viene a su mente algún juez que haya influido en la sociedad de su tiempo en algún film o novela? Parece que no*, incluso es más fácil encontrar ejemplos en donde el juez es el villano, sólo por recordar un caso muy emblemático el juez que se deja corromper en el Padrino lo que suscita la relación Bonasera-Corleone; o los jueces en las nuevas sagas de Batman (Batman el inicio y El Caballero de la noche) también manipulados por la mafia.
Tal vez por todo lo que hemos dicho la ética judicial se presenta en nuestros días como una materia imprescindible a pesar de que mucho siguen considerando que son sólo “buenas intenciones”.
La buena imagen del juez: su persona
No se trata solamente del aspecto físico, es muy complicado explicar cuáles son los elementos que nos generan confianza de una persona, porque seguramente no se ciñen sólo a lo externo, sin embargo a través de la historia se ha intentado simbolizar los elementos que generan confianza, por ejemplo, se considera que una persona mayor tiene más experiencia y por tanto es más circunspecta, por eso consejos y consejeros eran elegidos entre los más ancianos, la madurez es un valor en la sociedad que no necesariamente tiene que ver con la edad, pero si se simboliza en algunos sistemas judiciales con la peluca blanca que simboliza las canas; la seriedad que implica el trabajo judicial es representada por la vestimenta obscura, la justicia es tan trascendente como la vida y la muerte, las personas también viste de negro en los sepelios, es decir, en momentos solemnes o de duelo.
Pero curiosamente todo esto es simbolismo, el juez obtiene la tan preciada autoridad moral cuando se “sabe” que hace bien su trabajo, que es un hombre prudente, que es un hombre que normalmente juzga con razón y justicia; por supuesto que queda superada en este contexto la discusión escolástica entre la vida privada y la vida pública del juez porque es imposible deslindarlas en aras de generar una buena imagen, a cualquier persona que se le preguntara si preferiría que lo juzgara un juez alcohólico que está sobrio durante las horas de oficina y un juez sobrio todo el tiempo, seguramente respondería que preferiría al segundo, claro que no nos hemos olvidado que además de estar sobrio debe hacer bien su trabajo, pero ese es otro elemento que genera confianza y que veremos adelante.
Así que incluso la cortesía redunda en una buena imagen, y no es sólo el hecho de que el juez sea amable o bonachón sino que es necesario asuma su trabajo con profesionalismo, humanidad y buen trato para con su personal y el justiciable, los jueces rígidos suelen ser injustos, así piensa la cultura, como ejemplo está en la literatura y en el cine Los Miserables de Víctor Hugo, quien sugiere lo anterior en la figura de Javert, magistralmente revivido de algún modo por el recaudador de impuestos de la película Carácter del director Mike Van Diem.
La buena imagen del juez: su equipo
Tal vez la parte más complicada de la labor judicial es armar un buen equipo de trabajo, pero hoy se ha vuelto un tema imperante porque es casi imposible encontrar a jueces que trabajen solos, y si el trabajo contemporáneo se basa mucho en las aptitudes gerenciales, este tema es fundamental, por lo que entonces no basta ser un buen juez sino que incluso es necesario contar con buenos colaboradores, el juez bonachón que no bueno, podrá consentir los excesos de sus colaboradores e incluso encubrirlos pero al final todo esto irá en detrimento de la buena imagen de su juzgado, así que vicios como el nepotismo, el favoritismo, dirigencias tiránicas que basan su control sobre el miedo en los colaboradores o por el contrario la falta de dirección; llevan necesariamente a malos resultados.
También en este punto debiera tratarse brevemente la cuestión de órganos colegiados, pues el ejercicio de la justicia colegiada requiere de muchas virtudes humanas comenzando por la tolerancia y la empatía; pero también está el respeto, la consideración, la humildad, y en general todas las virtudes sociales. Aquí pudieran aplicarse las enseñanzas de filmes que si bien hacen referencia al jurado podrían aplicar para el trabajo de decidir colectivamente como 12 hombres en pugna, Jurado en fuga, El Lado obscuro de la justicia, por mencionar algunas.
La buena imagen del juez: su trabajo
Obviamente nos referimos a todo el trabajo en general, donde debe mostrarse el profesionalismo para hacer las tareas respectivas con puntualidad, pulcritud, oportunidad, orden, etc, sin embargo queremos referirnos en específico al producto por excelencia del trabajo judicial, es decir, la sentencia. La sentencia representa la cereza del pastel pues además de reflejar el profesionalismo mencionado debe ser racional y justa, y en este punto los pareceres se dividen a lo largo de la historia y a lo largo de los sistemas, pero centrándonos en nuestro tema podemos decir que existen sentencias que generan más o menos confianza en el órgano o persona que las emiten, por lo que si bien deben considerarse todos los factores que apuntan a construir una sentencia con excelencia también debe considerarse el factor que dote de buena imagen a la misma, comenzando por su estructura, su contenido y por supuesto su difusión; el que un tribunal sea omiso en la difusión de sus sentencias y su jurisprudencia puede tratarse de ocultamiento de deficiencias en el trabajo.
La administración de justicia es por su naturaleza, un trabajo que se fortalece y mejora en la medida en que la experiencia va acumulándose a través de buenas decisiones, cuando los motivos y procedimientos de decisión son poco claros o dejados al vaivén, puede ser esto signo de un trabajo deficiente que genera que todo el sistema (nuevamente a nivel de imaginario) decrezca, desgraciadamente las malas sentencias corren como reguero de pólvora, para usar una frase popular sobre las malas noticias, de este modo el mal trabajo de un juez afecta a todo el orden judicial y por el contrario, el buen trabajo de un juez contribuye a posicionar mejor al orden judicial no sólo de un país, sino incluso de la humanidad, ya hemos dicho que como humanidad estamos ávidos de buenos ejemplos.
Nota* Tal vez la única referencia que viene a nuestra mente es la película El Juez Dredd por la que Stallone fue premiado como uno de los peores actores de 1995, pero en realidad se trata de un juez del futuro más similar a un pretor o fiscal que resulta ser un héroe muy peculiar y violento. La otras figura emblemáticas serían no un personajes de película sino jueces reales muy conocidos como el caso de Falcone en Italia y Garzón en España, el primero ya con película el segundo al parecer estaría deseoso de que llevaran a la pantalla su vida.