¿la buena suerte?

Por Mbbp
nov
22
2013 Miguel Benavent de B. // Opinión // sociedad

¿LA BUENA SUERTE?

Escrito por Miguel Benavent de B.   Sin comentarios

Al fin a Barcelona ha llegado el frío. Y, como suele desgraciadamente suceder en nuestra vida de cada día, demasiadas veces nos pasan desapercibidos momentos y escenas cotidianas que nos invitan a revisitar nuestro día a día y ser plenamente conscientes de lo que sucede alrededor nuestro…

Ahora, cuando salgo a la calle me abrigo, así como cuando entro en casa después de un largo día de gestiones y reuniones yendo de arriba a abajo, me reconforta la calidez de mi vivienda. Y digo vivienda y no hogar, pues a estas alturas de mi vida aún no he sentido a ésta como un verdadero hogar, derecho inapelable que debe tener todo ser humano. Seguramente mi hogar está donde tengo mi corazón a cada instante, pero eso es largo de explicar y merecería un artículo aparte.

Pero, más allá de mis sentimientos acerca de mi hogar, la verdad es que tengo la fortuna de habitar un cómodo piso de alquiler, donde me refugio del frío y de esa cierta incertidumbre que hoy puebla en las calles y ciudades de cualquier lugar del mundo, aunque en unos lugares más que en otros. Y me siento afortunado, no todos pueden lamentablemente decir lo mismo.

Pero cuando el frío llega, mi corazón -más que mis ojos- aprecian una realidad incómoda y evidente. Basta pasear por cualquier calle de esta gran ciudad para ver como las oficinas bancarias están ocupadas por personas que habitan en ellas, amontonando sus pocos enseres y pertenencias, durmiendo sobre cartones y utilizando viejas y raídas mantas para protegerse del frío suelo. Son los llamados indigentes, personas de toda condición, edad y sexo, que habitan en las calles de este nuestro desarrollado y presuntamente civilizado mundo.

Y uno entonces se da cuenta de que esto no es justo, aunque algunos de ellos vivan así por voluntad propia, como rechazo a un mundo que nos degrada y nos desoye, en una crónica rebeldía contra ese Sistema inhumano. Pero también los hay que han llegado a este tipo de vida involuntariamente y así padecen esta injusticia ya crónica y despiadada. Mañana podría ser cualquiera de nosotros los que podríamos vivir así, como ellos, sin más riqueza que su dignidad -si aún les queda- y su ansia de supervivencia…

El caso es que el otro día pasé por delante de un cajero de La Caixa cerca de mi domicilio (¿será esa hoy la verdadera labor social de la entidad, sin saberlo, pretenderlo ni quererlo?) y vi un par de indigentes charlando, sentados en sus cartones, rodeados de todas sus pertenencias. Hablaban seguramente de la vida y uno de ellos tenía en las manos -paradogicamente y ante mi sorpresa- el célebre libro “La buena suerte”, de Alex Rovira-Celma, un prolífico autor de libros de presunta autoayuda. Y me sorprendió el detalle, lo reconozco. ¿Qué debía buscar o pretender leer en ese libro, escrito por alguien que solo da lecciones teóricas sobre la vida y que se lucra por ello, estando tan lejos de su cruda realidad, de cada día? ¿Qué buena suerte deseaba encontrar, ese hombre de media edad que habitaba en un simple cajero y que todas sus pertenencias en este mundo cabían en un pequeño carro de supermercado? Por no citar, todos esos deseos y recuerdos que dejó atrás, cuando quizás tuvo todo aquello que hoy muchos de nosotros tenemos y no valoramos ni agradecemos diariamente, como una vivienda digna, un buen trabajo o una reconfortante y cálida compañía…