El entorno suele ser escéptico, cuando no hostil. El propio autor de la idea puede sentir inseguridad o no tener claro la bondad de la misma.
Es más fácil, probablemente, que una idea, incluso buena, se pierda en la indecisión, la desidia, el desinterés o la resistencia.
Y esas barreras se acentúan en grandes organizaciones. Muchas son las partes a convencer, muchas las barreras a vencer.
Y uno de los peligros más letales para esas ideas tiernas es la burocracia, el entramado de formalismos, revisiones y aprobaciones que debe superar una idea para llegar a gozar de la financiación y apoyo necesarios.
Así lo expresa Fred Cook en su libro 'Improvise':
Most big organizations have more layers of approval than de Pentagon, and subversive suggestions rarely make it through security.
La burocracia interna puede ser uno de los motivos que expliquen por qué, en general, a las grandes empresas les cuesta tanto innovar y, sobre todo, ser disruptivas. Y es un aliciente, indirecto, para recurrir a esquemas modernos de innovación como la innovación abierta o las aceleradores de startups.
El esquema parece bueno, y fertilizador en su conjunto, para el sector y la sociedad, pero... ¿qué pasa con los innovadores internos, con los intraemprendedores? ¿Qué pasa con la creatividad de nuestros empleados? ¿No puede nuestra plantilla desmotivarse y adocenarse?
¡Ay! La burocracia...