Autor: José Joaquín Rodríguez Lara.Edita: Editora Regional de Extremadura. Colección Vincapervinca. Mérida, 2014. 134 pgs.
José Joaquín Rodríguez Lara es un escritor de larga y completa trayectoria. Poeta, narrador, periodista…, ha destacado en todas estas facetas con especial firmeza. Y con especial ternura, pues toda su obra está repleta de rigor, elaboración técnica, amenidad y delicado proceder, no exento nunca de ironía.Ya lo vimos en su primer poemario, La tierra de fondo, publicado en 1980, cuando el autor contaba 25 años de edad y lo confirmó con El Conchito, la narración corta ganadora del Premio “Felipe Trigo” en 1981. A partir de ahí, todas sus entregas literarias y periodísticas han estado marcadas por “el toque de la gracia”, algo intangible que distingue a un autor de calidad, sea cual sea el género literario en que se manifieste.Ahora lo hace con un libro sencillo y a la vez complejo. Sencillo por su narración cercana, coloquial; complejo porque mezcla en los distintos textos que lo componen material memorialístico, periodístico, filosófico, aforístico y otro puramente poético, de poesía desnuda y pura como la quería Juan Ramón Jiménez.En cualquier caso, a lo largo de las 134 páginas de La burra con GPS y otros avíos de comer -que así se llama este nuevo volumen de Joaquín, que publica la Editora Regional en su Colección Vincapervinca-, podríamos establecer como dos grandes apartados para sus treinta “entradas”. Uno primero en el que hace un ejercicio de memoria infantil muy pegado a su tierra de nacencia, Barcarrota, y otro segundo, variado, en el que el capricho del autor nos va llevando desde el reportaje periodístico a las reflexiones del día a día, sus experiencias cotidianas y ejercicios reflexivos breves y profundos.La primera parte recuerda un poco la narración poética de sus comienzos, en El Conchito (que, por otro lado, tanto me evocaba siempre al Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio). La segunda, al proceder cotidiano de su ejercicio profesional como periodista, en el que ha publicado textos memorables.Y, en todo, como digo, subyace la ternura, el goce por lo pequeño y cotidiano, por lo común y lo ordinario, sin faltar nunca el toque de ironía, que en muchas ocasiones nos lleva a la sonrisa y a la risa.Todo el libro es un regalo gozoso para el lector, pero yo he de manifestar mi debilidad por la primera parte. Esos recuerdos de la infancia que le llevan a narrarnos la vida y enseñanzas de sus dos abuelas, su padre, su familia; las primeras escuelas que pisó; el entorno cercano de personas, los animales domésticos que le rodeaban, todo su mundo de pequeño, su gran mundo de niño pobre pero no empobrecido, que iba descubriendo cada día. Un mundo fabuloso y fabulado, evocado y reinventado, porque “la máquina del tiempo lleva muchos milenios inventada. Y es muy sencilla: aterriza en el pasado con la memoria y vuela hacia el futuro con la imaginación” (pg. 17).Y he estado hablando de Joaquín Rodríguez Lara en pasado, porque el libro que ahora nos trae es lo que narra en lo fundamental. Pero Joaquín, que nació en 1956, tiene mucho camino por delante, y mucho le queda por decir y por vivir para seguir en el futuro deleitándonos con su tiernamente humano proceder.
MOISÉS CAYETANO ROSADO