La cabina

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Unas veces son familiares:

Claaaaro. Es que ella tiene que darse cuenta de que ya no está tan nueva. Que no puede estar subiendo y bajando las escaleras como antes. Óyeme bien, que son ochenta y cuatro años, mi hermana. Ochenta y cuatro años. Que se dice pronto…

Y otras, las más, folletinescas:

¿No te habías enterado? No, ya no están juntos. Yo hace tiempo que se lo venía diciendo: Misleidy, ese hombre no te conviene. Ese pronto te va a dejar tirada. Que yo hace tiempo que lo tengo calado. Que eso ya lo veía venir. Pero si hasta en el culto va cada semana va con una diferente, Misleidy. ¡Hasta en el culto! Mira que te lo dije…

gonmi @ Flickr.com (CC BY 2.0)

En mi calle, frente a la farmacia, hay una cabina. Junto a otros 35.000 locutorios azules, desaparecerán a finales de este año como consecuencia de un cambio legal. Hace tiempo que los móviles las han convertido en un negocio ruinoso y si han sobrevivido hasta ahora ha sido por la obligación de mantener al menos una por cada pueblo de 500 habitantes.

Hay múltiples razones sociales para oponerse a este cambio y la amiga de Misleidy seguro que nos podría listar unas cuantas.

Yo en cambio, que soy un sentimental, lo que echaré de menos son esas historias incompletas y fugaces, captadas de camino al banco o a la frutería. Historias fragmentarias, que se disipan entre el ruido del tráfico y duran apenas lo que cien o doscientos pasos. Historias que hacen a mi calle más rica, más viva, mejor.