La caída del emperador

Por Esther

Cobo Calleja (Madrid)

   A nadie le ha pillado por sorpresa la “Operación Emperador”, trama que supuestamente ha defraudado más de 1.000 millones de euros en un par de años. Se empezó investigando unos contenedores sospechosos que llegaban al polígono de Cobo Calleja (Fuenlabrada, Madrid) para llegar a desarticular una de las mayores redes de blanqueo de dinero y evasión fiscal de nuestro país, tanto por su extensión geográfica como por el número de delitos y personas implicadas. Gao Ping, el cabecilla, vive en una mansión en una de las zonas más caras de la capital (Somosaguas) y en una entrevista concedida a Antena 3 el año pasado hablaba de la cultura del esfuerzo como ingrediente del éxito en los negocios. Este proveedor de bazares chinos omitió ciertos detalles como el hecho de no declarar las mercancías procedentes de China ni las ventas a minoristas; él y sus compinches importaban grandes cantidades de género de China mientras la vigilancia aduanera les eximía del pago (fraude a la Hacienda Pública) y este hecho ha traído consigo una serie de efectos colaterales que en forma de negocios tapadera se han extendido por toda la Península; karaokes, restaurantes, prostitución, casinos, compra de inmuebles e inmensos polígonos, sin olvidar la actividad del prestamista chino que sirve de banco a sus propios compatriotas. Esto último explica la capacidad de este hombre de rentabilizar un negocio sin recurrir a la financiación bancaria.     Es España un país ideal para poner en práctica una economía sumergida y transformarla en un desbordante flujo de dinero negro que se convierte en blanco (en este caso entre tres y cuatro millones de euros al mes) gracias a la "inestimable" ayuda de funcionarios de policía, políticos y empresarios españoles que no han dudado en subirse a este carro de corrupción, extorsiones y negocios vinculados a la prostitución y las drogas. Sí, sin duda un país ideal. Porque la mafia china instalada en España campa a sus anchas y cuenta con sicarios que extorsionan a comerciantes chinos (sus propios compatriotas, para mayor aberración) y secuestran a sus hijos a cambio de fuertes sumas de dinero, se reúnen en los karaokes chinos y convierten pisos en burdeles ilegales. Porque introducen el dinero en bolsas que envían a China en trenes o coches, desvían fondos a paraísos fiscales, consiguen licencias de forma irregular a cambio del mejor jamón y del mejor vino y se ganan cómplices a los que recompensan con viajes gratis a China. No sorprende entonces que compren lonjas tan caras para crear negocios que creemos que jamás amortizarán. No les interesa la facturación, sino lo que se esconde tras un negocio aparentemente lícito.     La comunidad china se siente dañada emocionalmente porque considera ser atacada por una sociedad en la que hasta hoy vivían pasando desapercibidos. Deberían culpabilizar a sus propios paisanos que son quienes han abierto la veda. Su imagen se ha visto afectada sin duda por el escándalo pero no se está estigmatizando a un colectivo. Se está reprobando un delito financiero de tentáculos incalculables, una operación sin precedentes contra el crimen y el delito fiscal y es lógico que la opinión pública se enerve ante tanto fraude y vista gorda, donde ciertos peces gordos se hacen con el mar, se comen los gusanos del vecino honrado y sonríen mientras apuñalan.     Los chinos han colonizado España lentamente, con discreción y en silencio. Los negocios tradicionales heridos de muerte, cerrando sus puertas y muchos de ellos montando negocios gracias a los créditos de sus amigos adinerados y con las manos sucias, haciendo dinero a costa de la explotación laboral (inmigrantes de su país trabajando todo el día por 3oo euros al mes), mano de obra ilegal, tráfico de personas… ¿Cuándo se llevan a cabo inspecciones en esos locales?, ¿cuándo se piden los datos exhaustivos de su facturación y el registro de las compras y ventas efectuadas?, ¿cómo se ha permitido en un país con una economía en alerta roja extraer esas ingentes cantidades de dinero español? Resulta que Gao Ping y demás implicados eran los nuevos ricos, accionistas a la par que trabajadores de sus propias empresas, modelo de empresarios de éxito y gestores de negocios que escondían actividades ilícitas y millones de euros en forma de ahorros bajo el colchón. Costes bajos y precios baratos. Que se lo digan a Gao Ping y a su inframundo, de emperador coronado a empresario fraudulento. Él, que se codeaba con personajes famosos, que disponía del vino más caro del mercado. Él, que vivía en un palacio y había creado en silencio un Chinatown gigante. Que se lo digan ahora, cuando sus tentáculos han quedado mermados y se le ha caído el imperio.