Cobertura de Espectadores.
Para el jueves 11 de junio está previsto el estreno comercial de La calle de los pianistas, película de Mariano Nante que cerró el 17º BAFICI en el Teatro Colón, y que retrata a dos mujeres de la familia de pianistas argentinos que algunos llaman “dinastía Tiempo“. El título del film alude a la rue Bosquet de Bruselas, donde viven varios músicos prometedores y consagrados, entre ellos Karin Lechner y su hija Natasha Binder. La publicidad del documental giró -es probable que de aquí a junio siga girando- en torno a la coincidencia habitacional sobre todo con Martha Argerich. Sin embargo, la película se circunscribe a las protagonistas y, de manera tangencial, a su madre y abuela Lyl Tiempo.
La mención de Argerich termina jugándole en contra al largometraje de Nante, en primer lugar, porque crea falsas expectativas (de hecho, la eximia concertista aparece una sola vez ante cámara). En segundo lugar, porque evoca el recuerdo de Bloody daughter, documental que Stéphanie Argerich filmó sobre su madre y que supera con creces la aproximación a Lechner y Binder. Por lo pronto, aquel retrato sin precedentes, no de la artista sino de la persona, supo reducir al mínimo el riesgo de ser interpretado como una pieza promocional.
La aproximación de Nante, en cambio, no deja de ser superficial. El realizador tuvo la oportunidad única de filmar en el departamento de Lechner y Binder, de acompañarlas en sus ensayos, presentaciones, actividades recreativas, incluso consiguió que ambas leyeran fragmentos de diarios íntimos, y sin embargo apenas consigue rozar dudas, inquietudes, contradicciones de la pianista adolescente. Así como no cumple con el fresco de la pintoresca calle que al menos el título y la sinopsis del film parecen prometer, tampoco profundiza el abordaje con el que amaga en todo momento, sobre el peso del mandato familiar en una dinastía, en este caso de pianistas renombrados.