Siempre sentí debilidad por la selección argentina. Será que el primer Mundial del que tengo absolutos recuerdos fue el de Italia '90 y en ese campeonato la albiceleste fue una de las grandes protagonistas. Además, la figura de Diego Armando Maradona me fascinaba (solo hablo de aspectos futbolísticos) y eso hacía que mi atención hacia Argentina se disparara. Mantengo que mi condición de bético está a prueba de descensos, penurias y del fichaje del crack de Villa Fiorito por el otro equipo de mi ciudad, cuando el Real Betis malvivía en Segunda División y con la seria amenaza de la desaparición.
Como ya he dicho, me gusta la selección argentina y siempre la he seguido con interés, sobre todo cuando llegaban los Mundiales. Disfruté con el golazo de Maradona a Grecia en 1994 y sufrí por su positivo y expulsión. Veía al conjunto dirigido por Daniel Passarella con muchas opciones de ganar en Francia '98 hasta que un destello de calidad de Dennis Bergkamp eliminó a Argentina. Me sorprendió, como a todos, la eliminación en 2002 con el gran equipo que había formado Marcelo Bielsa. Y llegó el Mundial de Alemania cuatro años después y decidí comprarme la camiseta albiceleste. Me encantaba el diseño y elegí ponerle un número y un nombre. Había jugadorazos de la talla de Juan Román Riquelme, Hernán Crespo, Javier Saviola, Roberto Ayala, Maxi Rodríguez o un jovencísimo Lionel Messi, pero elegí el 3 de Juan Pablo Sorín.
Me encantaba de nuestro protagonista de hoy su entrega, su coraje, la intensidad con la que disputaba cada balón y cada jugada. Venía de cuajar dos buenas campañas en aquel Villarreal CF que se quedó a las puertas de una final de la Liga de Campeones y su papel en ese equipo era fundamental. Mauricio Pellegrini lo utilizaba sobre todo por delante del lateral zurdo, destacando por sus llegadas al área, sus ayudas en el centro del campo y su incansable trabajo colectivo. Le pasó en cierto modo como a su compatriota y compañero Riquelme: no triunfaron en el FC Barcelona pero en Villarreal fueron auténticos ídolos.
El equipo villarrealense fue el antepenúltimo conjunto de Juan Pablo Sorín. Después del Mundial de 2006 fichó por el Hamburgo SV. En la Bundesliga estuvo dos temporadas, pero en la segunda, una lesión en el tendón rotuliano le impidió jugar durante meses. En agosto de 2008 fichó por el Cruzeiro EC brasileño (club en el que ya había estado de 2000 a 2002) pero sólo pudo jugar dos partidos debido a diversas lesiones que le obligaron a dejar el fútbol. También en su país natal defendió las camisetas de Argentinos Juniors y River Plate y en Europa, a parte de los ya mencionados FC Barcelona, Villarreal CF y Hamburgo SV, Sorín jugó en Paris Saint-Germain FC y en la SS Lazio y en la Juventus de Turín con tan sólo diecinueve años.
Durante su carrera deportivo ganó dos Torneos Apertura (1996 y 1997) y dos Clausura (1997 y 1999) con River Plate, con el que también consiguió la Copa Libertadores (1996) y la Supercopa Sudamericana (1997). Pese a jugar solamente un partido, ganó la Liga de Campeones con la Juventus de Turín (1995/96). Con el Paris Saint-Germain FC conquistó la Copa de Francia (2003/04), la Copa de Brasil con el Cruzeiro EC (2000) y la Copa Intertoto con el Hamburgo SV (2007) Con la selección argentina ganó el Mundial Sub-20 en 1995 y con la Absoluta disputó los Mundiales de 2002 y 2006 las Copas de América de 1999 y 2004. Vistió la camiseta de Argentina en setenta y seis ocasiones. Estudió periodismo y actualmente vive en Uruguay donde presenta varios programas televisivos. Hoy cumple cuarenta y cinco años. Felicidades.