En invierno, la vida en la Sierra Norte giraba en torno a la chimenea ubicada en el centro de la cocina y pegada a un testero. Sobre ella una enorme campana cuadrada a media altura para recoger los humos, de cuyo centro colgaba una cadena con un gancho para poner el puchero sobre el fuego.
En el interior de la campana varales para colgar chorizos, morcillas y otros productos de la matanza para ahumar. Por fuera una repisa (basares) con adornos colgando del borde, de papel calado ó de hilo, según economías. Sobre ellos se colocaban los enseres de la cocina, además de la vela y el candil.
En un rincón las trébedes, parrilla, tenazas y útiles para el fuego. No podía faltar la caña (de saúco y de unos 40 cms) para encender la chimenea soplando sobre las primeras ascuas (como fuelle). La leña utilizada era dura (encina, roble, olivo, tornalobo, jara,…), de buen rendimiento pero difícil de prender.
Lar-ami