"Mamá, por favor.
Eres una zorra.
No soy una zorra, mamá. No me llames así.
¿Y cómo quieres que te llame? Ya te había avisado. Y ahora, mírate. Mírate bien. ¿Te había avisado o no?
Me has avisado de muchas cosas, mamá.
No te hagas la lista conmigo.
Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.
Por favor, mamá. Necesito que me ayudes.
¿No crees que es un poco tarde para eso? Tú te has metido en esto sola, jovencita. Ahora tendrás que apañártelas por ti misma. Tu padre también me pedía ayuda cuando llegaba a casa por la mañana sintiendo lástima de sí mismo. Eres igual que tu padre.
Por favor, mamá. Por mí, tú también puedes largarte. Igual que se largó él. Te crees muy lista, ¿verdad? ¿Pues sabes lo que te digo? Ya puedes ir buscándote otro sitio donde vivir.
No lo dices en serio. ¿Verdad que no, mamá?
Claro que lo digo en serio. ¿O es que te crees que no soy capaz de ponerte en la calle?"
Nosotros en la noche fue una de mis mejores lecturas del pasado año, y tenía muchas ganas de encontrarme de nuevo con las letras de Kent Haruf. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La canción de la llanura.
Estamos en Holt, en las llanuras de colorado a unas cuantas millas de Denver. No es el colorado de grandiosos paisajes, sino más bien una zona monótona en la que la llanura se extiende hasta donde llega la vista. Allí vive Tom Guthrie, un profesor de secundaria con una esposa depresiva que tiene que criar a sus hijos Ike y Bobby sin ayuda. Ike y Bobby van a la escuela, y reparten periódicos. E intentan buscar la orma de comprender lo que sucede en sus vidas mientras buscan el calor de una madre. Conocemos también a Victoria, una niña de dieciséis años que ve como su vida cambia radicalmente al quedarse embarazada y descubrir que su madre la echa de casa al recibir la noticia. También están los hermanos McPherson y su rancho y la señorita Maggie Jones, profesora del instituto que vive con su padre enfermo de Alzheimer.
La canción de la llanura es la primera parte de la llamada Trilogía de la llanura aunque, una vez leído, bien puede tomarse como un libro autoconclusivo. En esta novela reconocemos el estilo aparentemente sencillo de Haruf a la hora de explicarse, incluso a sus personajes también parecen personas sencillas con vidas simples. Sin embargo, a medida que nos adentramos en la historia, nos daremos cuenta de como todos ellos se ven enfrentados a decisiones complicadas que afectaran al resto de sus vidas. Y es que, en un pueblo pequeño, con vidas pequeñas, lo lógico es que todas ellas terminen por cruzarse y entrelazar sus historias en algún momento. Así que, pese a que Haruf diferencia en el título a los personajes que desarrolla en cada capítulo, pronto somos conscientes de que será irremediable asistir a encuentros entre ellos. Podría ahora lanzarme a desarrollar cada uno de los citados personajes y hablar de cómo se siente ese profesor y si tiene o no algún alumno que le marque, o cómo superan esos niños tener una madre ausente. También podría decir la ternura que han llegado a despertarme los McPherson, incluso más que la chica embarazada, pero todo eso son sensaciones que uno va descubriendo a medida que pasa las páginas de la novela.
Esta vez, y pese a situarnos en llanuras, estoy segura de que a nadie se le ocurrirá comparar a Haruf con escritores como McCarthy y es que su estilo y su fondo, poco o nada tienen que ver. Haruf no busca representar lucha en zonas áridas y hostiles, ni siquiera grandes peleas. Lo que hace en cambio es mostrar la vida y sentimientos de las personas que pueblan esas zonas. Y lo hace normalmente a través de tareas sencillas, como cobrar un periódico y comprobar si una vaca está preñada. Supongo que ahora os estaréis preguntando qué tiene de especial eso de la vaca preñada, y ahí radica la magia de las letras de Haruf: su capacidad para convertir ese tipo de tareas cotidianas, en estampas provistas de una honesta dignidad que representan la vida y carácter de una zona completa.
Es posible que visto el argumento, muchos acudan a esta novela buscando grandes dramas. Sin embargo, el autor evita conscientemente escribir una novela dramática. Lo que hace es simplificar para que comprendamos que hay vidas sencillas que transcurren lentas mientras sus propietarios van abriendo sus corazones. Y es curioso como, con una única voz para tantas vidas, el lector cierra el libro con una sensación de satisfecha felicidad convencido de que, si Holt existiera en algún lugar perdido de las llanuras de colorado, la vida sería justo así.
La canción de la llanura es un libro en apariencia sencillo que cuenta historias sencillas también en apariencia. La canción de la llanura es un libro magnífico que va calando lentamente en el lector sin que este se de cuenta. La canción de la llanura es una gran novela. Y Kent Haruf es, porque un escritor sigue vivo en su obra, un gran escritor.
Y vosotros, ¿cuál fue vuestro mejor libro del pasado año?
Gracias.