Revista Cultura y Ocio

La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn Ward

Publicado el 29 marzo 2019 por Elpajaroverde
Leer es escuchar.
En la historia que os traigo hoy hay personas que escuchan a los muertos, incluso los ven. Hay personas que escuchan a los animales. También personas que se escuchan a sí mismas, como nos escuchamos todos a poco que pongamos atención. Pero no todas esas personas son capaces de escuchar a otras cuando esas otras guardan obstinado silencio, cuando sus palabras no siempre se corresponden con sus sentimientos, cuando sus gestos son traicioneros y sus actitudes un grito de huida. «¿Por qué no escucha, por qué no escucha lo que yo siento?», piensa una de esas personas, y yo sí escucho ese pensamiento porque Jesmyn Ward me ha otorgado ese privilegio y poder, así como también me quedo ahí, colgada de esa súplica silenciosamente desesperada, pensando a mi vez cuán paradójico es poder escuchar a un muerto y no a un vivo, más cuando a ese vivo nos une un lazo tan próximo. Pero, claro, caigo ahora en que los muertos se sienten a veces más vivos que los vivos y en que también ellos son parte de ese lazo que nos sujeta a la vida y que nos lleva a la muerte; en que ellos buscan y anhelan escuchar y reconocer esa canción que a nosotros también nos pertenece. «Lloramos en coro», escucharé a alguien pensar. Y no podré evitar en ese momento pensar que llorar es cantar.
«Igual que yo descorrí el velo para que pudieras entrar en esta vida, tú me ayudarás a descorrerlo para que yo pueda entrar en la siguiente».
No sé por dónde empezar. Por qué hilo de los que se desprenden de ese lazo comenzar a tirar pues todos tiran de mí. Así que comenzaré por el principio, que es una frase de esas que no solo tiran de mí, sino que  me enganchan y no me sueltan. Dice así: «Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente». Es a Jojo al que le gusta pensar que sabe lo que es la muerte. No es así. No lo sabe pero está a punto de descubrirlo.
«Dejé que sus enseñanzas se me escurrieran del cuerpo para que la verdad pudiera salir a flote. A veces el mundo no te da lo que necesitas por más empeño que pongas en buscarlo. A veces se lo queda para él».
La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn WardJojo tiene trece años cuando lo escucho pensar esa primera frase. Vive en la época actual en el estado de Misisipi. No sé si cree que sabe lo que es vivir allí pero si es así nuevamente se equivoca. No creo que entienda aún lo que significa vivir en Misisipi, en una «tierra negra como las manos, quebrantada. Tierra que, al pisarla, dejaba huellas claras». Lo de la época tiene menos importancia porque, como escucho a alguien pensar, «a veces creo que las cosas han cambiado. Y luego me duermo y me levanto y no ha cambiado nada».
Todas estas cosas aún no las sabe Jojo pero conoce muchas otras. Sabe todo lo que le ha enseñado Pa y sabe también que quiere ser cómo él. Sabe que Ma, hasta el momento en el que su cuerpo no ha vuelto a salir de la cama, le ha procurado siempre alimento, y está a punto de aprender que ese alimento es como el amor y que parte de ese amor, como el alimento, ha de guardarse como reserva para «saca[r] ese agua cuando la necesites». Y sabe, por encima de todas las cosas, cuidar de su hermanita Kayla y proporcionarle su propia reserva de amor, ese amor que Kayla no recibe de su madre y del que las pocas muestras que Jojo atesoró ya le quedan muy lejanas.
Porque la madre de Jojo y de Kayla no es Ma y el padre tampoco es Pa. Y Kayla en realidad no se llama Kayla sino Michaela. Y le pusieron así por su padre que se llama Michael. Pero, a Michaela, Jojo, Pa y Ma la llaman Kayla y eso es lo que cuenta porque ellos son su familia. Su familia no es Michael, que cumple condena en la penitenciaría de Parchman, en la que también estuvo de joven Pa y de la que, al igual que el sur, la primera vez que la ves «no piensas que sea una cárcel porque no hay muros». Su familia no son los padres de Michael, tan blancos ellos, que rechazan a su madre por ser negra y que ni siquiera la conocen a ella y a Jojo, porque aunque llevan sangre blanca solo cuenta su sangre negra. Su familia tampoco es Leonie, hija de Pa y de Ma y madre de Jojo y Kayla, porque, como piensa Jojo, «Leonie mata cosas», y porque Leonie va y vuelve y se marcha otra vez y no se sabe cuándo regresa.
Mi familia es: Pa, Ma, Leonie, Jojo y Kayla. Ellos son los que para mí cuentan porque «observar a esta familia me agarra por dentro, me retuerce, me aprieta. Me duele». Y me gusta creer que, de poder escucharme, no recelarían de mi sangre blanca; como me gusta creer que el rojo es el color de la sangre de la humanidad sin distinción pero sé que, como a Jojo, aún me queda mucho por aprender.
«Su cara, todas las arrugas de su cara se juntan unas contra otras como las fallas de la gran tierra fracturada. Lo que las une: el dolor».

La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn Ward

Parchman prison convict labor, 1911


Para Leonie, en cambio, el que más cuenta es Michael. Porque Michael «vio más allá de la piel color café solo, de los ojos negros, de los labios ciruela, y me vio a mí, a mí. Vio la herida andante que yo era, y vino a ser mi bálsamo».
«Todos tenemos una debilidad: un punto por donde rompernos», escucho. Y ya no recuerdo a quién pertenece el pensamiento pero creo que le viene bien a  Leonie. Y supongo que da igual quién lo haya pensado porque ya forma parte de esa canción que todos buscan y comparten sin saber. Lo que sí pienso es si tal vez el punto por donde se rompió Leonie se llama Given. Given como el Given-no-Given que ve cuando se coloca. Given como el hermano que perdió, al que asesinaron injustamente y a cuya muerte contribuyó el padre de Michael a hacer más injusta.
«Siempre me han dado miedo los rayos, creía que un día me caería uno encima, atravesaría el aire y me tocaría con un enorme arco azul, como una lanza dirigida hacia mí, y yo me quedaría indefensa cuando la afilada punta se clavara en mí».
Cuando Michael avisa a Leonie de que va a salir de la cárcel, Leonie decide ir a buscarlo en coche con Jojo y Kayla, como si fueran una familia. Yo también voy. Casi podría decir que viajo agazapada entre los asientos delanteros y traseros del automóvil. Casi, si no fuera porque alguien ocupa ese lugar.
En el camino de vuelta de Parchman a la granja de Pa y Ma un polizón se cuela en el coche. Es Richie, un muchacho negro de edad aproximada a la de Jojo aunque, a diferencia de él, lleva años teniendo la misma edad. Tantos como años hace que el abuelo de Jojo estuvo en Parchman.
El abuelo de Jojo, que para Jojo es Pa, para Richie es River. Y Richi sabe que Jojo es familia de River en cuanto lo ve. Lo sabe por cómo Jojo sujeta en sus brazos a Kayla y por cómo intenta protegerla, «como creyendo que al rodearla con el cuerpo, su esqueleto y su piel serán una fortaleza que la protegerá de los adultos, de la inmensidad del cielo, de la vasta extensión de tierra cubierta de césped y tumbas debajo». Lo sabe porque River también protegía así. Y le dan ganas de decirle a Jojo: «Chaval, no puedes». Como tampoco pudo River. Pero no lo hace.

La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn Ward

Old Mississippi License plate. Fotografía de Diana Robinson


Richie entendió lo que significaba tener un hogar cuando, en Parchman, River comenzó a contarle historias por la noche. (Y, ahora que lo pienso, creo que contar historias es algo así como cantar canciones. Las dos unen, las dos trenzan el lazo de la memoria). Ahora Richie necesita de River una última historia. Por eso en cuanto ve a Jojo lo sigue para que lo lleve hasta River y se mete con él en el coche. Porque solo si escucha esa historia descubrirá el camino de regreso al hogar.
«El hogar no siempre tiene que ver con un lugar.
[...]
El hogar tiene que ver con la tierra. Si la tierra se abre para ti. Si tira de ti tan fuerte que el espacio entre tú y ella se funde y sois sólo uno y late como si fuera tu corazón. Al mismo tiempo.
[...]
El lugar es una canción y yo voy a ser parte de esa canción».
Escucho a Richie, como escucho a Jojo y escucho a Leonie. Porque ese es el poder y el privilegio que me ha otorgado Jesmyn Ward: escuchar sus tres voces. Ver los veo a todos a través de ellos. Y los siento. Y me duelen. Y los abrazo y acuno. Y los quiero proteger como en su momento quiso River y como ahora quiere Jojo pero sé que no puedo. Siento todo eso y también mucha impotencia porque son mi familia. Richie, aunque no forma parte de esa familia, también de algún modo lo es. Porque lo son todos los que trenzan ese lazo que me sujeta a la vida y que me lleva a la muerte. Y porque Richie, como todos en esta familia, me ha enseñado cosas.
Me ha enseñado a mirar al cielo y a mirar los árboles porque «podrían estar ocurriendo tantas cosas en esos árboles» y porque «hay tanto cielo vacío donde antes se alzaba un árbol». Me ha enseñado a no ignorar, y en cambio escuchar, la mirada de los pájaros.
Me gustaría decirle a Jojo con el pensamiento: «Ahora sabes lo que es la vida. Ahora sabes lo que es. La Muerte».Como sé que no puede escucharme, me digo a mí misma: ahora sabes lo que es cantar. Cantar es «recoger los pedazos de todo el mundo y [...] ponerlos juntos».

La canción de los vivos y los muertos - Jesmyn Ward

Perch-2. Fotografía de R Singh


Ficha del libro:
Título: La canción de los vivos y los muertos
Autora: Jermyn Ward
Traductor: Francisco González López
Editorial: Sexto piso
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 260
ISBN: 978-84-16677-91-7
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