La cantina de Pablo Rolando.

Publicado el 11 junio 2016 por Libelulalibros
Grandes borrachos colombianos, Pablo R. Arango, Libros Malpensante.  
Borrachos grecocaldenses es, al mismo tiempo, una crónica de tono biográfico, un ensayo de alcance filosófico y una presentación cinematográfica de los disparates universitarios en los tiempos que corren. Es casi imposible encontrar en el mundillo académico a alguien capaz de poner sobre una mesa llena de botellas, pasantes y puchos –en un ambiente de peleas a machete, cantineros moralistas y putas solidarias– una interpretación de su propia vida acaballada en pensadores gringos y europeos, poetas locales y cantantes populares.

Tampoco es usual que profesores universitarios cuenten historias de apariencia escatológica, sin heroísmos ni vanidades empalagosas, para buscar pensar por cuenta propia. Los relatos de Borrachos grecocaldenses contienen un doble fondo político: invitan a una discusión, que no se dará, sobre la vida privada como provocación pedagógica, al tiempo que muestran escenas recientes de los pueblos cafeteros. A Pablo le pegaron un botellazo en la cabeza justo en el inicio de la caída de la economía cafetera y la llegada del neoliberalismo. En medio de la crisis socio-económica feroz e inédita, los pueblos alcohólicos del eje cafetero han hecho de las canciones del Caballero Gaucho un retrato de viejas y nuevas desgracias. Mientras en 1994 las FARC traían del Catatumbo plantas de coca para sembrar en Samaná y asesinaban y desplazaban a la población, los paramilitares reclutaban jóvenes y se tomaban (en ambos sentidos) Casa Roña en Manzanares.
La guerra en los pueblos del oriente del departamento de Caldas –que arrojó sesenta mil víctimas y pueblos desocupados a los cuales apenas por estos días está retornando la gente– es el mismo mundo real en el que Pablo y el profesor Jorge Iván Cruz se encuentran para tomar aguardiente en botellas de Pony Malta y tratan de escapar de las garras morales de Octavio Paz. En el primer aniversario de la muerte de Jorge Iván, Pablo leyó en el auditorio de la Facultad de Ciencias Jurídicas la primera versión del texto que se incluye en el libro, luego fue agregando otras historias hasta componer un mosaico cargado de ironía acerca de la vida universitaria.
Hacía rato, en medio de borracheras estentóreas, Pablo había prometido un libro por el cual pasarían personajes de la vida local, herederos de la comedia grecocaldense. Los detalles del libro fueron apareciendo como una anécdota repetida y elaborada para hacer reír en las cantinas; mientras tanto, en los eventos académicos, leía conferencias para públicos que esperaban como premio una frase irreverente y descuajada. Con Grandes borrachos colombianos paga la cuenta, tira la puerta y sale a la calle.

 Mario Hernán López.

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