Arrastra los pies por el pasillo mientras se ajusta la capa. Repasa la lista de trabajos mientras toma un café cargado y se pone en marcha sin dejar que la pereza se adueñe de su cuerpo.
Pasa de un sitio a otro sin que apenas se note su presencia, sin duda una ventaja que le otorga su poder de volar. Junto con su fuerza sobrehumana y la capacidad para leer la mente, la convierten en un arma de destrucción masiva.
Por eso no se sorprende cuando se levanta y se coloca su bata mientras repasa listas de la compra y tareas del día. El café la despierta del todo y la lanza a la vorágine de sus días. La casa recogida antes de que sus pequeños monstruitos se levanten; arreglarlos, su desayuno y al colegio; la compra, con las bolsas en una mano y el pequeño aún en brazos; la guardería y su trabajo en la tienda; recoger a los niños, adivinar por sus caras si han tenido un buen día y preparar la comida; vuelta al trabajo mientras los niños van a sus clases de refuerzo; los deberes que quedan, las duchas, las cenas y a dormir...aunque a ella aún le falta acabar de recoger y prepararlo todo para la nueva aventura del día siguiente.
Se mira en el espejo mientras desabrocha su capa. No hay reto que se le ponga por delante que no pueda superar, ella se volvió una heroína el día que encontró aquella carta en el tocador donde sólo decía "Ya no te quiero. Buena suerte. Adiós".