Según la tesis doctoral que analiza el templo y dentro de él Capilla de Monsén Rubí. También se ha aludido a la planta pentagonal de la capilla, que se levantó así porque es funeraria y se hizo para acoger a sus fundadores, María de Herrera y Andrés Vázquez Dávila, y que, si bien es diferente a la mayoría de los templos abulenses, no es “extraña”, ya que “hay otros precedentes”, como el monasterio de Gracia y la capilla de San Antonio en San Francisco, en la capital, o los de El Parral y Villacastín, en Segovia.
Carlos de Miguel
Siempre me ha llamado al atención de que una buena parte de los masones de media humanidad, anduvieran buscando huellas masónicas por los muros eclesiales y monacales tanto extranjeros como españoles, y continuamente se dieran referencias y más referencias de ciertas huellas masónicas en cualquier construcción del medievo para adelante, dando la espalda a la historia, e ignorando que los masones operativos no eran nada más que unos primos segundos o terceros, muy lejanos, de los actuales masones especulativos, y de aquellos viejos parientes nos han quedado algunas herramientas, y algunas viejas estructuras rituales, y poco más, pero en fin nosotros erre que erre con emparentarnos en primer grado con estos viejos canteros tan amante del Compañerismo, y lo hacemos ignorando la más de las veces los modelos de malletes, su estilos , usos de los cinceles y demás herramientas.... Para romper moldes pues viene bien tesis como estas.VG
La tesis doctoral de Isabel López Fernández sobre la capilla de Mosén Rubí “desmonta rotundamente” su supuesta relación con la masonería, como se ha apuntado en muchas ocasiones.
Bajo el título de ‘La casa de Bracamonte y el patrimonio abulense’, la tesis se entra en el llamativo templo abulense u hospital y capilla de La Anunciación. “No tiene relación con la masonería porque ésta llega a España en el siglo XVIII y la capilla fue construida en el XVI”, argumenta, y acerca de los símbolos, como el compás, que es un elemento que pertenece al escudo de la familia Bracamonte, que llegaron de Francia en el siglo XIV.
En ella define su proceso crono-constructivo y precisando el papel que -entre otros- Gil de Hontañón, Juan Campero, Pedro de Tolosa, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Tolosa, más Gabriel, Diego y Francisco Martín, tuvieron en su traza y realización, que suponen lo más granado de la arquitectura abulense y que fueron autores del “más ejemplar de los monumentos de la centuria, una capilla funeraria cuya traza y belleza trascienden el ámbito abulense”, según lo define. El tribunal estuvo presidido por Pedro Navascués, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, e integrado por los doctores Antonio Ruiz Hernando, de la misma universidad; Manuel Pérez Hernández y Elvira Díaz Moreno, de la Universidad de Salamanca; y María Jesús Muñoz González, de la Complutense, y otorgó la calificación máxima de sobresaliente cum laude por unanimidad. Sus integrantes elogiaron el trabajo y destacaron lo oportuno que era el lugar elegido para su lectura, junto a la ingente documentación, a la vez que agradecieron la acogida de la Comunidad de Madres Domínicas, recomendaron la publicación de la obra, e hicieron suya la preocupación por las actuaciones que estaban atacando últimamente algunas piezas del patrimonio que fue de la casa de Bracamonte.