Había una vez una caricia recién nacida. Se encontraba solita y no dejaba de llorar. En aquel momento un súper héroe llamado Ícaro recibió una llamada de socorro. A unas manzanas de distancia alguien estaba llorando, seguramente en peligro y él debía acudir en su ayuda. Ícaro atravesó paredes con su fuerza bruta, rompió techos y marcos de ventana…Finalmente llegó al lugar desde donde surgió la voz de alarma.
La caricia se puso muy contenta al ver llegar a alguien cerca de ella, ya no estaba sola. La caricia comenzó a gritar !estoy aquí! !estoy aquí! pero el súper heróe que era, súper, héroe y además hombre, no se enteraba de nada. No había ningún malo, no había nadie….parecía una falsa alarma.
Suavamente la caricia, comenzó a comunicarse con el súper sordo. Acarició sus párpados, su nuca y sus mejillas (*). Poco a poco , el súper bruto comenzó a relajarse. La llamada de emergencia no parecía tal pero lo cierto es que se encontraba cada vez mejor. La sensación de bienestar se acrecentaba y decidió quedarse a descansar.
Atardecía y la caricia ya no estaba sola.
Mañana te vienes conmigo a Venecia. Pensó.
(*) En estos momentos el contador de cuento debe acariciar párpados, nuca y mejilla del niño