Pero faltando la mitad, lo que se ha hecho hasta ahora -salvando algún trazado nuevo-, es un churro que nos devuelve a las andadas: baches y hundimientos a la altura de Vañes, curvas tan peligrosas como antes y lo que es peor, la amenaza de seguir teniendo un trayecto por el alto de las matas, cuando se podría salir por un camino recto y firme como estaba proyectado en uno de los planos, y si no puede ser Ligüérzana, porque nos salimos ya del mapa, pues puede ser un enlace a la carretera de Gramedo, que siempre nos quedará por delante Cervera.
Más adentro de ese sentimiento interno que voy plasmando periódicamente en el Diario y en las redes sociales, se hace patente un pasotismo que acobarda.
En una de las reflexiones que lanzo en la página de facebook, "montaña palentina, la gran desconocida" con más de 5000 seguidores, pocos vuelven la cara. El paisano de Piedrasluengas, Francisco Javier Gómez Caloca, de acuerdo con mi exposición, me deja un amplio comentario haciéndose eco del silencio de quienes lo padecen y que son los que deben hacer pública su protesta.
Y esa es la canción de costumbre.
Por alguna obstinada razón creemos que todo nos lo irán sirviendo, que es una razón que nos asiste en derecho, que nos lo han prometido aquellos a los que elegimos como representantes y que podemos sentarnos a esperar. Pero lo cierto es que en los últimos años se evidencia que los gobernantes se olvidan con frecuencia que una de las causas de la despoblación es el abandono al que han condenado a tantos pequeños pueblos.
Y es necesario alzar la voz y recordárselo porque, de otra manera, cuando queramos darnos cuenta, ya estará asfaltado el camino que les conviene a otros.