La Casa Cruz I

Por Alfmega @alfmega12
Esse Imaginaria
La sala era oscura y al fondo del pasillo se movían las sombras al son de las brasas color púrpura. La sala era oscura y entre tanto la luz reinaba fuera, encerrada sobre la cárcel de los cielos azul y las flores frescas. Crujían las tarimas del polvoriento suelo caoba, ya raído, roto y añorante de las pisadas de la familia ya pasadas y perdidas para siempre, llamando  aquellas menudas carreras de los niños y la cadencia rítmica de la madre y el abuelo....en vano.

El ama se había ido al mercado del brazo del cochero, ese hombre tan enjuto y serio que paseaba de vez en cuando una mueca que le hacía parecer el reflejo de un mal sueño...Manos sucias, sombrero pequeño y ropas zurcidas por cien mil recovecos. Ella, el ama, era una mujer fuerte y macabra, respiraba hondo a cada momento, como si una enfermedad de los pulmones la obligara, pero creo que sólo era su ansia de poseerlo todo bajo control, hasta el aire libre que baja del cielo..

Cuando era feliz, estaban mis hermanos pequeños, estaba mi madre, estaba el abuelo, el olor a regaliz y a arroz con leche, las manos prendidas, las risas y los juegos..Ahora solo está el inmenso agujero de la casa y las sombras discordantes del ama Berta y el cochero Manuel, seres silenciosos y extraños que se mueven con ritmos incomprensibles, que cuchichean y me hablan rara vez y rara vez me entienden.

Se que ellos, esos pasos de la familia querida y recordada no volverán, el incendio calcinó sus huesos aquel día en que la pequeña Marta dejó caer en el quehacer de sus locos juegos de ángel aún pequeño el candil del cobertizo sobre la paja seca. Madre corrió a sacarla, Pedro el mozo de la caballeriza, María la cocinera...el abuelo...incluso el pequeño Samuel..Todos entraron el aquel infierno para ayudar a mi pequeña hermanita y el techo les sepultó en puras llamas asesinas y lentas...Un accidente, una desgracia sin remedio...

Toda la comarca no habló de otra cosa durante un buen tiempo, la casa grande, la Casa Cruz y sus habitantes ardía... Y ya se callaron la voces y se secaron mis lágrimas pero mi padre aún no regresa. Recuerdo aquel día, yo volvía del pueblo caminando tranquila la vereda del Puerto Viana, dejé ir al cochero para pasear, la distancia es corta y el paisaje un sueño... 

Los olores a pino y romero, el lago de Espiel plagado de patos escandalosos, los árboles a ambos lados como vigías casi silenciosos pero susurrantes, los pájaros libres como almas mansas..el viento sobre la cara...Estaba feliz y sólo pensaba en si habría dado las convenientes directrices a Carmen la costurera que me hacía mi vestido largo de primavera. Ya tenía doce años y mi querida madre deseaba que lidiara con mis cosas por mi misma para ser una buena señora de la casa Ruiz Cruz en el futuro. 

En primavera sería la celebración anual en la Casa, todos los vecinos estaban invitados con la única premisa de ir ataviados de verde, el color del estandarte de la familia. También asistían las familias amigas de la ciudad y aunque nadie lo sabía, esta sería mi fiesta porque, después de pensarlo mucho, mi madre me había dado permiso para asistir como adulta. Sería mi iniciación, conocería a mis posibles pretendientes, algunos ya invitados de la familia...

Ella era una mujer equilibrada, vivía la realidad de una mujer destinada a representar su papel de dama, esposa y madre, pero me dio un regalo poco frecuente: la libertad para escoger al pretendiente que yo deseara, noble, rico o sencillo trabajador, porque ella, más que nadie sabía que ni la nobleza ni la hidalguía reportaban felicidad..

 En realidad la Casa Cruz, como la llaman en los alrededores, fue heredada desde mucho tiempo atrás por la familia de mi madre y en un tiempo fue construida por mi bisabuelo que recibió tierras y poderes por su noble servicio a España.

 Cuando cruzaba el puente de Robles sobre el arroyo vi la columna de humo y supe..Tomé mis faldas que ya me parecieron engorrosas y corrí hasta que me dolía el estómago y después corrí, mucho, mucho más. Cuando llegué el ama y el enjuto cochero miraban el inmenso fuego del cobertizo con los brazos cruzados...Algunos campesinos, el señor Gómez y Enriques, el molinero, se apresuraban junto con otros muchos que habían acudido de los alrededores para ayudar con cubos de agua, las criadas Mariam y Raquel lloraban desconsoladas y los mezquinos curiosos curioseaban... Los perros ladraban desorientados y el aire era irrespirable..

-Y mi madre, ama?...¿Y mi madre..???

Les grité..
-Se quedaron mirándome y mirándose entre ellos, ama y cochero, como  sorprendidos...Los segundos parecieron vidas...Entonces el ama vino y me tomó del brazo rápida y enérgica..
-Ve dentro María, ha habido un accidente!!
Y mis hermanos?? y Marta y Pablo...?? Dónde están?? No están ahí..!!! No están ahí..!!! Mi abuelo..!! Dónde están..???
-Ve dentro te digo, María, ha habido un accidente y están todos muertos!!
Menos mal que tu estás bien, ve dentro, vamos..!!
-Yo no quería y no estaba bien y si estaban dentro había que sacarlos, No?? No, no era verdad, no estaba pasando esto...Debía volver a marcharme y regresar de nuevo, debía volver el tiempo atrás...!!


Sólo recuerdo que acabé a empujones en mi cuarto encerrada con llave mientras veía por la ventana cómo con el paso de las horas y el transcurso del tiempo convertían el cobertizo y mi vida toda era un montón de cenizas y el aire entero en nauseabundo elixir de muerte irrespirable.

La misiva debió llegarle un par de meses más tarde del incendio a mi padre y debió de ponerse en camino de inmediato, estoy segura, estoy segura de aquel recuerdo a sonrisa ancha y manos abiertas...Pero la travesía desde Las Indias es larga y peligrosa..Sólo ansío su llegada para salir de esta casa cansada y vieja, tengo miedo y me siento encerrada, sola y muy, muy culpable...


Seguro que si hubiese estado en casa aquel día y  no mirando pájaros y soñando pretendientes y futuras alegrías de niña remilgada yo hubiese evitado que la pequeña Marta dejase caer ese maldito candil...Siempre cuidaba de ella, mientras mi madre hacía sus hermosos bordados..Era mi responsabilidad, mi muñeca querida y tierna...

Quiero que mi padre me libere de esta pena que me ahoga..Pero casi no recuerdo sus facciones, él partió hacia las Américas cuando yo aún era demasiado pequeña para retenerlas, sólo recuerdo su sonrisa ancha, su alegría y sus manos siempre prestas al juego y la caricia...Según he oído al abuelo y a mi madre, mi padre es un valiente soldado de su Majestad como lo fue él mismo en su juventud. Hizo algunos negocios en las Indias que le llevaron a amasar fortuna, la misma que perdió en juegos y apuestas...

Pero su llegada se demora y el ama me ha prohibido tomar clases y salir de la casa porque, según ella no es cristiano que la señorita Cruz ande retozando montes y jugando con la chavalería del pueblo...

Así que debo crecer aquí encerrada, sin sol para preservar  mi blanca piel, y bordando miles de pétalos de flores muertas, sola...

Mi natural desobediencia no podía tolerarlo y aún menos mi ama tal insolencia, por eso una mañana vi mi cuarto cerrado con siete llaves y las hermosas vistas de mis ventanales desaparecieron tras los altos muros de un nuevo patio mandado construir por mi ama Berta.


  Y ahora me hallo escuchando el lamento de las lamas caoba del suelo solitario de esta monstruosa casa abandonada por casi todos sus dueños. Ecos sobre ecos y sobre más ecos en cada rincón tan oscuro y secreto... Y la sombra de la ama lamiendo los pasillos muertos en sus deambular extraño con su entremirar oscuro y siempre imperativo...

 El despacho de mi padre siempre fue un lugar mágico para mi..Sus tantos libros viejos y polvorientos me llamaban, yo sabía leer muy bien y mi abuelo Miguel me mostró el gusto por la aventura vivida a través del papel impreso. Pero el ama dice que es indecente que una señorita ocupe sus horas en aventuras de desconocidos y descabezados personajes. 

Pero debo bordar miles de dechados amarillentos, tocar el piano y dormir entre las paredes de la casa para convertirme en una señorita respetable que lleve con honor el nombre de la familia Ruiz Cruz.

Y pasaron los meses, padre no llegaba, pasó la primavera ocultando trinos tras las piedras del patio que me tapiaba la mirada, y nunca vi a nadie más que al ama, recta y cruda su voz y su estampa, lejana, ajena, fría y macabra..Pasaron tantos anocheceres que a solas yo pesaba que nadie me había visto desde aquel día allí encerrada, que el pueblo entero y que la gente, la costurera, el molinero, el mozo, las criadas..Podían pensar que también había muerto la señorita desdichada. 


Y ahora era el ama Berta la que regentaba la Casa.La sala era oscura y al fondo del pasillo se movían las sombras al son de las brasas color púrpura. La sala era oscura y entre tanto la luz reinaba fuera, encerrada sobre la cárcel de los cielos azul y las flores frescas. Crujían las tarimas del polvoriento suelo caoba, ya raído, roto y añorante de las pisadas de la familia ya pasadas y perdidas para siempre, llamando  aquellas menudas carreras de los niños y la cadencia rítmica de la madre y el abuelo....en vano.