¿Ciencia ficción? ¿Fantasía? ¿Terror? Etiquetas, etiquetas y más etiquetas. Que difícil es hablar de La casa de arenas movedizas, la verdad. Es tantas cosas a la vez, que centrarse en solo en algún aspecto de ella se siente vacío e incompleto, pero donde desvelar más de la cuenta desvirtúa la experiencia por completo. Si Matrioshka era una fabulosa novela corta disfrazada de extravagante comedia romántica hablaba sobre la vida en pareja, La casa de arenas movedizas es una fabulesca aventura por una surrealista y pintoresca casa en una historia de supervivencia que explora el lado más crudo de hacerse mayor.
La nueva edición de este ya clásico del bizarro, que ahora cuenta en su nueva edición de Orciny Press con prólogo de John Skipp e ilustraciones de Laia Baldevey, es una delicatessen de primer nivel raruno. Un coming-of-age salvaje y descarnado, pero a la vez repleto de ternura, que nos lleva por un emotivo y absorbente viaje a las profundidades que rememoran lo complicado y difícil que es crecer. Sin llegar a las cotas macabras que De hogares de acogida y moscas planteaba, La casa de arenas movedizas se instala en mi panteón lector como una de esas novelas de crecimiento que recomendaré.
Este giro no lo vi venirIgual de ciegos de Pulga y Polly nos vamos moviendo como Carlton Mellick III quiere por La casa de arenas movedizas, en párrafos cortos y a un ritmo frenético. Cada habitación, cada pasillo, cada personaje o revelación son una pieza más que va encajando en un puzzle que, por descabellado que pueda parecer al principio, tiene su sentido de ser. Una espiral de sensaciones, que se mueven en forma de pesadillas a nuestro alrededor, va tejiendo un tierno y a la vez descarnado camino de revelaciones que difícilmente podríamos ver venir. Un extraño mundo que va retirando su velo poco a poco, como la inocencia de nuestros protagonistas, para darnos luz con un final que esta más que a la altura.
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