Ya era hora de comenzar una nueva ronda lectora, o ya hera ora, como diría Manolo Kabezabolo.
Hay una fina línea entre lo cotidiano y lo vulgar, entre lo vulgar y lo natural, entre lo natural y lo soez. Hacer equilibrios caminando sobre tan escueto bordillo puede dar lugar a caídas. Previsible. En la suerte de americanada que Lord Pascualín propuso como Mamotrectum pasó algo de esto, pero ya lo había advertido a los demás leyendos en el foro correspondiente.
Es lo que tiene este tipo de escritura que pretende ir de chunga, de descarada, de macarra. Quizá se pretenda el efecto de la rebeldía. También es posible que se quiera conseguir la excelencia a través del camino burdo. Difícil tarea, pues, aunque hubo quien lo consiguió, los demás no hacen más que imitar a Bukowski en el fondo y a Philip Roth en las formas. Fascinarse con algo o con alguien no te convierte en ese algo ni en ese alguien, por mucho que le imites.
Y a pesar de todo, el recorrido por la Casa de Dios se puede hacer y no salir mal parado de él. A pesar de la multirreincidencia en las enfermedades y del zambullimiento en la escabrosidad, se puede cruzar sus pasillos —mal que bien— y aparecer en la puerta trasera de esta novela diciendo un sonoro «bueno…»
Poco más se rescata de esta novela catalogada por ahí como la Biblia de los médicos y todas esas cosas que se dicen cuando se quiere fascinar a los menesterosos. En fin…
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Sir Charles Lomlarck: Rejección
Mesié de Condemore: 5
Duque de la Teruélida: 5
Lord Pascualín: 6