Libro: La casa de las flores rotas.
Autor: Juan Andrés Herrera
Editorial: El gato rojo.
ISBN: 8493867306
166 páginas
pvp: 14,00 €
El polvo del Sahara llegó del Este, atravesando el mar como una nube de langostas. Por eso, la guagua va tan lenta. Juan observa desde su asiento al conductor, un tipo gordo capaz de conducir con la tripa, inclinar la cabeza sobre el volante como si de pronto sus ojos hubiesen enfermado de cataratas. Desde que salieron de la ciudad, el polvo, esas gigantescas cortinas ocres más parecidas a una contaminación de mosquitos que a otra cosa, ocultan el paisaje, incluido el mar y los caminos que llegan a él. ¿Dónde carajo estás? Vas hacia el sur, eso está claro, pero ¿dónde?, se pregunta Salas al tiempo que escudriña un paisaje idéntico en cada curva.
Así, con esta magistral descripción de esa atmósfera tan polvorienta, reseca y tediosa de un típico día de siroco, Juan Andrés Herrera nos abre el mundo que recrea en su libro “La casa de las flores rotas”; es la escena inicial, la de la llegada del protagonista Juan Salas al pueblo de La Degollada de los Cochinos en el sur de Tenerife, un pueblo pequeño pequeñísimo, abandonado de la mano de Dios, o más bien del Diablo a tenor de como se comportan sus habitantes. Juan llega allí huyendo de sí mismo y marca distancias con su pasado hasta el punto de hablar de él, siempre en tercera persona, extraña forma de hablar que no pasa desapercibida y que intenta disimular, lo cual no le permite liberarse de ese pasado que le atormenta, haciendo que este recurso lingüístico termine siendo una trampa, una rémora más en su vida. Juan, a raíz de un delito que comete en el colegio donde trabaja y que no se sabrá hasta llegar a mitad del libro, es condenado a no salir de su apartamento hasta que una carta lo obliga a salir. Esa carta le obliga a aceptar un trabajo de tutor de un chico deficiente que vive en un pequeño pueblo sureño llamado La Degollada de los Cochinos. El chico vive en La Casa con su tío Manuel, un señor ya entrado en años, sastre y homosexual, que se aferra a su única esperanza de abandonar el pueblo y dar un futuro mejor a su sobrino: ganar el concurso de confección de una prenda, un manto dedicado a la Virgen de Candelaria. Sin embargo la competencia es feroz por ganar el concurso, un hecho tan aparentemente poco importante, pero tan lleno de simbolismo. Con este detalle, Juan Andrés nos retrata las miserias de las ambiciones en los pueblos pequeños, buscando a toda costa sus breves, minúsculos momentos de brillo dentro de tanta miseria polvorienta. No faltan así las actitudes caciquiles, encarnadas en Doña Melquíades, que no es hombre a pesar del nombre, sino mujer de sonrisa estática, ni tampoco falta el cura inquisidor y el jefe de la guardia civil de los de antes, de los de tricornio y abuso de autoridad. Y también el amor, el amor de Juan por Guacimara la hija de Doña Melquíades, una chica misteriosa que no llegamos a saber nunca si va o viene. Allí, en La Degollada de los Cochinos, se alían los poderes del dinero, la iglesia y la autoridad contra los más pobres para poder dominarlos.
Es la primera novela de Juan Andrés Herrera, y eso me hace ver en él un escritor con serias
Juan Andrés Herrera
posibilidades de ser un destacado de las letras canarias ya que no se le nota la falta de experiencia. Personajes de marcada personalidad, bien configurados por sus diálogos, bien caracterizados por sus descripciones precisas.En la temática se abordan aspectos trascendentales para el ser humano como la culpa, el darse segundas oportunidades, la amistad, la lealtad, la envidia, la ambición, el amor, el engaño y también el desengaño. Todo esto en apenas 166 páginas. Los personajes evolucionan, no son estáticos en sus planteamientos y son solventes para el lector, lo cual habla de la capacidad narrativa de Juan Andrés. Me ha gustado. Atrapa.