Hoy nos vamos a trasladar a uno de los jardines de la Casa de Pilatos, el conocido como Jardín Chico. Allí vamos a ver uno de los vestigios de los derechos que adquirieron algunos nobles durante al Edad Media.
Hasta principios del siglo XX el espacio que hoy constituye un único jardín estuvo dividido en dos pequeños jardines separados por unas construcciones carentes de interés cuyo derribo permitió ampliarlos y unificarlos.
El Jardín Chico es un espacio abierto delimitado por las fachadas del palacio, el muro de cerramiento hacia la calle Imperial y el muro medianero con las edificaciones que dan a la calle Medinaceli. Las trazas del jardín se ajustan a un diseño geométrico de muros y parterres en los que se intercalan elementos clásicos, como columnas y estatuas. Se estructura en tres ámbitos de estilo y composición diferentes.
El primero, de dimensiones rectangulares, se dispone frente al corredor de Zaquizamí. Entre este ámbito y el siguiente discurre una alberca rectangular en uno de cuyos extremos se ubica una estatua de bronce.
El segundo ámbito está formado por dos terrazas rectangulares dispuestas a distinta altura; la terraza superior se estructura en 4 parterres, ubicándose en el centro una estatua sobre columna.
El tercer recinto se conforma con una sucesión de arriates que siguen un trazado geométrico cerrado, definiendo una glorieta central. Desde el extremo noroeste de este recinto se accede a una escalera que sube a las terrazas escalonadas que conforman la cubierta de las construcciones comprendidas entre la calle Imperial y las crujías perimetrales del patio principal.
Un estanque, cuyo surtidor está adornado por un joven Baco broncíneo del escultor valenciano Mariano Benlliure recuerda el derecho que tenía este palacio de contar con "agua de pie", es decir, con una conexión directa con los Caños de Carmona, acueducto que abastecía de agua las fuentes de la ciudad y del que todavía quedan algunos restos en la Calle Luis Montoto.
Este agua era monopolio de la Corona con la que se regaban las huertas del Alcázar y, como raro privilegio, se realizaban concesiones a conventos y particulares.
Hacia 1480 en que se adquieren las primeras casas que fueron el germen del actual palacio, sólo había veinte privilegiados que disfrutaran de este "agua de pie" razón por la cual poseer un jardín era el símbolo más claro de distinción social.
Ya ven, el Baco del estanque se lava sus manos en agua "real". Y nosotros sin saberlo.
En este pequeño rincón del Jardín Chico de la Casa de Pilatos nos encontramos con una fuente hexagonal presidida por una estatua de un infante sentado y apoyando su pie izquierdo sobre el caparazón de una tortuga, en lo que bien podría ser una representación de Neptuno a pequeña escala.
Tiene ambas manos juntas en una posición que nos incita a pensar que debía sostener algo que ya no aparece en el conjunto escultórico, una trompeta, por ejemplo. Aunque esto es una simple suposición personal.
Es curiosa esta estatua de la fuente porque contrasta el blanco casi puro del cubículo de la fuente con el mármol de la figura, una amalgama de blancos, rosas, grises, negros y amarillos, un auténtico collage pétreo.
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