La Casquería. Mercado de San Fernando

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Vista de La casquería cogida de su página web

     Madrid es una gran ciudad, cosmopolita y con una población flotante tremenda. En esta ciudad encontramos desde las tiendas más cotizadas hasta las librerías de viejo más escondidas. Recientemente se sabía que el emblemático edificio de la Puerta del Sol, coronado con el archiconocido cartel del Tío Pepe será en el futuro una enorme Apple Store, causando una revolución entre todos los fanáticos de la tecnología de la manzana. Y, sin embargo, apenas unas semanas después esa noticia quedaba eclipsada por la apertura de una librería en un mercado. Y es que Madrid tiene tradición de carrito de dos ruedas para meter la compra y salidas a los mercados municipales. Esos edificios llenos de puestos y gente amable que a los pocos días de vernos hacer la compra nos llaman por nuestro nombre y saben si nos gustan más las manzanas apple, o las granny smith.
     En estos lugares está el verdadero sabor castizo de la ciudad, en los barrios y sus gentes.
     Si cogemos el metro desde cualquier punto y nos apeamos en Embajadores, subiendo por la calle homónima, llegamos al Mercado de San Fernando, en pleno barrio de Lavapiés. Hace unos meses se juntaron media docena de jóvenes con ganas de trabajar y, viendo que los locales eran muy caros, se plantearon una aventura un tanto insólita. Coger un par de puestos en el mercado y utilizarlos para abrir una librería. Ubicados en lo que fue una pollería y una casquería, de ahí el curioso nombre que lleva su librería, reciclaron balanzas y mostradores y abrieron su negocio con mucha ilusión y ganas de trabajar. Y así nace la librería que hoy os enseño. En tiempos de crisis la imaginación ayuda y aquí, hay para dar y regalar. Mientras unos compran alimentos para el cuerpo ellos los venden para la mente en forma de papel; por supuesto al peso, al módico precio de 10 euros el kilo literario que será pesado religiosamente en una de las balanzas que tienen repartidas. Y con un límite, 8 euros por libro, para que podamos tranquilamente llevarnos a casa a Tolstoi o Thomas Mann sin temor a que su contenido literario se nos atragante en el bolsillo.
      No aparecerá en esos fantásticos artículos que nos enseñan librerías de ensueño, concebidas para deslumbrar, no es ese su fin. Aquí, entre estantes y cajas se juntan unos cuatromil volúmenes que esperan su turno para ser llevados a casa dentro o fuera de uno de esos sempiternos carritos de la compra. Libros nuevos, viejos, donados o llegados allí con una historia detrás y otra entre sus páginas y, como suele suceder en estos sitios, colocados al azar entre algún tesoro que está esperando a los lectores curiosos que pasean sus dedos por el lomo de los libros esperando percibir a través de las gastadas cubiertas ese contacto eléctrico que sólo perciben los amantes de la literatura. Esa conexión que se establece entre lector y libro y que hace que nos llevemos a casa un título que no conocíamos con la absoluta convicción de estar acertando sin tener muy claro el motivo.
     Desde el 14 de abril la cultura se puede comprar al peso, y para esta amante de los libros tiene un regusto poético el poder acercarse a preguntar cuanto cuesta medio kilo de Benedetti, o comprar Las flores del mal por su peso y no por la cantidad de flores incluidas en el ramo. Saber si La insoportable levedad del ser era tan tenue como su título decía o si el alma que pesaba 21 gramos en su historia lo hace realmente cuando tenemos el libro en una bolsa, conocer El peso de la verdad, o el de la paja de Terenci Moix, y acercarme para saber por fin, tras mil y un títulos anunciándolo, cuál es exactamente El peso perfecto.
     Por mi parte, acabo de pesar El juego del ángel y os puedo asegurar que pesa un kilo y un poco más. Lo que si que pesa es la cultura y las iniciativas para darle salida. Por eso hoy os acerco esta librería, os invito a conocerla.
     Y vosotros, ¿tenéis algún lugar preferido para ir a ver o comprar libros?
     Gracias
     PD. Si os decidís a acercaros, es el puesto que lleva de nombre La casquería. ¿O pensábais que se me había olvidado ponerlo?