A la catedral de Lisboa se la conoce como la Sé, y Sé, proviene de las siglas S.E., o sea Sedes Episcopalis. Pero en realidad se llama Santa María la Mayor. Construida poco después de que Alfonso I conquistase Lisboa a los musulmanes en el año 1147. Alfonso mandó construir una catedral en el lugar de la antigua mezquita musulmana, que a su vez estaba construida sobre restos visigodos y romanos. El encargo de la obra lo realizó Fray Roberto de Lisboa, Maestre de los Monjes Constructores del siglo XII. Así que su construcción se inició en románico pero fue acabada en gótico. Destaca en su fachada occidental las dos torres almenadas que le dan un aspecto de fortaleza, y tiene su motivo pues en la Edad Media algunas iglesias se utilizaban tanto para el culto, como para servir de refugio fortificado, gracias al rosetón central que hay entre las torres, nos indica claramente que es un edificio religioso, ya que por su aspecto podríamos confundirlo con una fortificación.
En el pórtico central de la entrada principal hay unos sorprendentes capiteles románicos, en uno de ellos podemos ver la lucha entre dos caballeros, uno va montado sobre un león y el otro sobre un toro. El primero correspondería a un caballero cristiano, barbudo, que montado sobre el león está vinculado a la Luz, al Sol y por ende a Cristo, mientras que el que no lleva la barba y está sobre el toro, representa a un musulmán, ya que las astas del toro representarían a la media luna, uno de sus símbolos.
La fachada septentrional ha sido alterada a lo largo de los siglos con numerosas intervenciones, en ella hay una escultura visigótica. En la fachada sur podemos contemplar varias ventanas a nivel de las galerías y otro rosetón que hace juego con el que se encuentra situado en la fachada opuesta. El aspecto románico del exterior de la catedral, da paso a un interior oscuro, más bien austero y sencillo.
En esta catedral hay una puerta santa, digamos que las puertas santas son las manifestaciones en la tierra de la Puerta del Paraíso Terrenal, casi siempre custodiada por el arcángel San Miguel, dichas puertas simbolizan el paso entre el mundo humano y el mundo divino. Se abren en determinadas ocasiones o fechas marcadas por el calendario religioso, como sería el Jubileo, razón por la cual sólo los templos más importantes de la cristiandad tienen dichas Puertas Santas. Es por ello que en la Sé hay una de dichas puertas, la podemos ver nada más entrar a la catedral, a la izquierda hay una discreta inscripción sobre el pórtico, que atestigua que aquí hay una Puerta Santa. En el exterior, si subimos por la rua do Aljube, a lo largo de la fachada norte, encontraremos el otro lado de la puerta.
Y ahora viene la pregunta ¿por qué hay una Puerta Santa en esta catedral? pues porque tras la fundación del Patriarcado de Lisboa, el 3 de noviembre de 1716, la Curia de Lisboa estimó que si San Pedro de Roma tenía una Puerta Santa, ellos no podían ser menos, pues según la tradición el Santo Grial habría pasado por esta puerta que da acceso tanto al interior de la iglesia como al aposento del Cardenal Patriarca, a través de una pequeña puerta lateral situada en un recoveco de la primera.
Una recomendación para ver sería el claustro gótico de la Sé, vale la pena pagar los 2,50 euros por verlo. Tiene un estilo similar al del Monasterio de los Jerónimos, aunque de tamaño más reducido. En el interior del claustro podemos ver restos romanos, árabes y medievales que han sido excavados en los últimos años. Se comenzó a construir en 1332, los arcos exteriores son apuntados y se encuentran sobre columnas cuyos capiteles están decorados con temas vegetales y algunos elementos de estilo románico, los reconoceréis por las imágenes antropomórficas y de animales.
El pentagrama representa el símbolo mágico del exorcismo y de la protección contra las influencias malignas, tanto visibles como invisibles. En la Edad Media era el talismán más poderosos que representaba a Cristo, era el propio Dios Viviente, ante el cual las tinieblas malignas resultaban inefectivas. El claustro por su forma cuadrada abierta sobre la bóveda celeste, representa la unión de la Tierra y el Cielo, como símbolo de la intimidad del hombre con Dios. Antes de las excavaciones arqueológicas del centro, había un árbol y un pozo, era un jardín. El pozo representaba al mundo inferior y el árbol al mundo celeste.
Ahora nos fijaremos en uno de los capiteles de este claustro, en el figura esculpida la representación alegórica de dos aves bebiendo de una copa. En el arte románico las aves se alimentaban del pan espiritual y de la sangre real, en el conjunto del bestiario medieval, las aves eran las mensajeras del Verbo Divino.
También hay que destacar una columna gótica con personajes esculpidos que ascienden en espiral desde la base a la cima. Procedente de una de las capillas menos utilizadas del claustro, la columna simboliza el ascenso de las almas de la Tierra al Cielo, las cuales según el número de virtudes que poseen, corren el peligro constante de ser eternamente condenadas al Infierno, o como mínimo pasar una larga temporada en el Purgatorio. Esta columna, conocida como la columna de las Almas, simboliza también las cuatro clases de la Edad Media, el clero, la nobleza, la burguesía y el pueblo, que inician la peregrinación de Lisboa a Santiago de Compostela intentando redimir sus pecados y obtener indulgencias.
Frente a la catedral, hay una iglesia proyectada por Mateus Vicente de Oliveira, el arquitecto del palacio de Queluz. Está dedicada a Santo António de Lisboa, este santo no es otro que el conocido fuera de Portugal como San Antonio de Padua.
Lo primero que llama la atención de esta iglesia, que si la contemplamos desde la calle, nos parece más un palacete, pues carece de ostentación y ornamentos. Pero San Antonio, ya sea el de Lisboa o el de Padua, en realidad se llamaba Fernando de Bulhoes y era hijo de un empleado de la Casa Real. Nació en el año 1195, durante el reinado de Sancho I, es decir en los albores de la nacionalidad portuguesa, fue bautizado en la Sé (en la pila bautismal hay una inscripción que lo recuerda).
San Antonio es el santo más querido por los lisboetas, su recuerdo se mantiene vivo en la memoria de todos gracias a las reliquias relacionadas con el que se pueden ver en el Museo Antoniano, que se encuentra al lado. El joven ingresó pronto en la vida religiosa y se convirtió en discípulo, amigo y confidente de San Francisco de Asís. Se estableció en Padua, donde murió y donde está enterrado. La leyenda afirma que San Antonio salvó a su padre de la horca, muy cerca de aquí en la plaza de la Sé. Antonio se encontraba en Padua predicando pero presintió que su padre corría peligro en Lisboa, y no le faltaba razón, su padre estaba a punto de ser ahorcado, lo acusaban de haber asesinado a un joven. Ante la mirada de los que estaban escuchando sus prédicas desapareció y apareció en Lisboa. El santo para aclararlo todo decidió resucitar al muerto y preguntarle si su padre era el culpable de su muerte, le contestó que no, y volvió a caer en un sueño eterno. Así que liberaron al inocente, y San Antonio se largó tal y como había venido, desapareciendo ante los presentes y regresando a Padua donde siguió con su sermón donde lo había dejado (poseía el arte de la bilocación). Pero Antonio, también era profeta, resucitador de muertos, convertía a herejes y a salteadores de camino, En la actualidad, San Antonio, es un santo casamentero a la vez que hay que encomendarse a él para encontrar objetos que hayamos perdido.
Desde la Plaza de la Catedral, y subiendo por la calle de Augusto Rosa, que la bordea, se ve en un muro de la Sé un relieve visigodo de tema animalístico que nos indica que aquí debieron construir una iglesia primitiva. Al otro lado de la calle, en la fachada de un sombrío palacio que fue sede de la o policía política de Salazar, hay una lápida con una inscripción: "Aquí, desde el silencio de las "gavetas"/ de la patria amordazada/de los pechos destrozados por las torturas de la PIDE/subió el clamor de la Libertad/ floreció Abril./ Abril 1984.
Al lado de la placa, veréis unas escaleras se trata del Pátio do Aljube, si las subís llegaréis al Museo Teatro Romano donde podréis descubrir la Lisboa romana, Olisipo. En este museo os podréis hacer una idea de cómo era la ciudad en tiempos de los romanos.