La caza

Publicado el 30 marzo 2020 por Beitavg

Al traspasar las 270 atmósferas que separaban TR253Y de la Tierra, las naves colonizadoras se volvieron más y más pequeñas. Fue con la atmósfera terrícola cuando su tamaño disminuyó a niveles microscópicos.

La misión, en aquella primera etapa, era clara. Se trataba, simplemente, de colarse en los organismos llamados terrícolas y, quizás, en algún otro ser viviente del planeta que pudiera servirle para sus fines. Los colonos debían dirigirse a alguna zona superpoblada, por aquello de la facilidad para acceder a los organismos, y soltar la carga de los depósitos de las naves.

Una misión kamikaze pues ninguno de ellos volvería con vida a TR253Y pero siempre serían recordados como héroes. Aquellos pilotos habían sido seleccionados entre las mejores mentes del planeta. Preparados y entrenados, dejaron atrás sus casas y sus vidas para convertirse en la salvación de su tierra.

La travesía no fue fácil. Nunca pensaron que lo fuera. Atravesaron atmósferas, esquivando meteoritos y lluvias de estrellas infernales. Algunos quedaron por el camino, bajas previstas, pero la mayoría alcanzaron su destino, las naves invadieron el mercado contagiando animales, vendedores y clientes. Nadie lo notó, la carga viral de las naves fueron tomando los cuerpos terrícolas y la propia naturaleza humana hizo el resto.

La enfermedad se extendió rápido, sin control. El terror se adueñó de los pasillos de los supermercados, como un tsunami que se extendió dejando vacías las estanterías. Las autoridades sanitarias mundiales recomendaron a la población sana que se recluyeran en sus domicilios con la única salvedad de comprar provisiones aquel virus y el encierro había levantado el apetito de la población.

La última etapa ya estaba en marcha. Desde el centro de control de TR253Y siguieron con atención los acontecimientos de la Tierra. Los ingenieros trabajaban contrarreloj preparando una nueva hornada de naves. Había llegado la hora de la verdad, ya no había vuelta atrás, los terrícolas estaban confiados con la posibilidad de curación mientras rellenaban sus pellejos de comidas basuras. Las naves, preparadas para atravesar las atmósferas sin peligro, avanzaron por el espacio mientras los terrícolas devoraban kilos de donuts y churros.

Redondos, salieron de sus casas el día que se levantó la cuarentena, pasos pequeños y cansados tras los días encerrados en pequeñas viviendas con poco espacio y muchos muebles. Desde las naves, el ejército de TR253Y, vio rodar a los terrícolas.

La misión había acabado, empezaba la caza.