Por Sandra Russo
Acá nunca hubo “oposición amigable” ni “oposición light”, como escuchamos decir miles de veces, algunas intencionadas y muchas otras habladas por el poder. Parece que hubo un olvido colectivo de Macri y Milei sellando un pacto secreto pero público antes del ballotaje. Los medios fingen demencia y los zombies viven el estricto presente.
Lo que hubo fueron peleas por cajas o cuestiones puntuales de intereses políticos directos, gobernadores que defendían sus propios intereses pero entregaron a sus pueblos trabajadores a un desquiciado. Y en Diputados, ¿qué otra cosa podía pasar? ¿Y qué pasará en el Senado? ¿Que alguno de ellos recuerde por qué empezó a hacer política? El macrimileísmo hace política específicamente para tener victorias como la del lunes: les interesa un bledo la gente. Prefieren los negocios de todo tipo.
Hay algo escondido en aquel “no la ven” que inauguró en enero la negación del sufrimiento popular y la negación del derecho del pueblo a reclamar seguir con vida, y la negación de errores y torpezas de gestión como nunca se habían visto. Pero la “oposición amigable” les decía: “Ayudame a ayudarte”.
Él es el que no nos ve. No estamos en su campo visual ni mental. No tiene registro de la población. Pero a su vez, para mantener su equilibrio inestable, necesita que no veamos, que seamos ciegos, que no nos demos cuenta, que creamos las estupideces que dice, que nos riamos de sus chistes malos, que lo veamos sin papada, alto, ario, que creamos que logró el superávit, que nos banquemos su crueldad y sus insultos, que hagamos de cuenta que está en sus cabales. Si no, somos zurdos que, como se sabe, es pecado capital. Que para eso había mandado un Caputo a hacer mesas de luz y guillotinas.
Aquel acuerdo cuyos términos mantuvieron en secreto tanto uno como el otro, que prefiere seguir jugando al bridge, al paddle, al fútbol, selló indefectiblemente un gobierno con el primero y tercero aliados. No se quieren, se desprecian mutuamente, se traicionan, se recelan, tanto libertarios como macristas y radicales y un puñadito de gente que dice ser peronista pero vota ultraderecha. Juntos quieren parir una Argentina malformada que entierre para siempre la idea del aire gratis. La gran pregunta que se hacen el FMI, la prensa internacional, Estados Unidos, más toda la comparsa de entregadores seriales locales, es cuánta asfixia más soportaremos. Cuándo diremos “no puedo respirar” y por puro instinto de supervivencia, nos los saquemos de encima.