La cena más inspirada

Publicado el 31 mayo 2018 por Carlosgu82

Eran alrededor de las nueve de la noche cuando llegué al restaurante. Me dirigí a la camarera que había en la entrada; le dije ser una de las personas que tenía reservada mesa para la cena de navidad y me acompañó a un reservado al fondo del establecimiento. Allí ya se encontraban varios de mis compañeros: Nico, Blanca, Merche, Teo, Sergio…entre otros, pero faltaban muchos más. Al fin y al cabo, era la cena de las musas e inspiraciones de los escritores. ¿O es que no tenemos derecho a divertirnos también? Observé la mesa, cada vez más larga; y es que cada año, como se añadían nuevos autores, se añadían sus mentes. El año menos pensado no íbamos a encontrar sitio con el suficiente aforo para caber todos.

Saludé a los que ya habían llegado, por suerte les conocía, y nos pusimos a hablar de nuestras cosas. Bien, y de las de nuestros amos, claro.

Cuando ya estuvimos todos, nos sentamos, y, mientras esperábamos que nos trajeran la carta, aproveché para presentarme a quienes no conocía todavía. He de decir, que las nuevas musas me parecieron muy majas, simpáticas, y tenían don de palabra. Pero, claro, eso es lógico, ¿no?, sus amos eran escritores. Bueno, he de decir que había un par que no me causaron muy buena impresión. Quizás es porque los autores eran del género del suspense y del terror.

­-¿Qué, Estela?, -Se dirigió a mí, Teo- ¿Qué tal la cesta de este año? ¿Se ha portado la jefa?

-Tú y tu sentido del humor. Todos los años es lo mismo, -respondí- ¿Y tú qué?

-Igual, también. Quién sabe, igual tendremos que inspirarnos en algún personaje que sea un escritor que haga regalos a la inspiración, ¿qué te parece?

-No es mala idea.

-Llegará el año que tendremos que pedir reserva a un campo de fútbol, como sigamos así. -Nos interrumpió, Merche.

-Sí, yo también lo he pensado. Además, como se anime a venir todo el mundo. ¿Alguien sabe cuántos somos?

-Pues, Estela, menos mal que no ha venido todo el mundo, -contestó, Nico. Lo digo porque somos 3567 en total.

-¡Hala, venga! Como para que se cometa un asesinato, a ver quién pilla al culpable.

-Bueno, tenemos bastante gente experta, ¿no? -dijo Merche mirando a su alrededor y señalando la inspiración de suspense e intriga.

Y entre plato y plato, charlas, bromas y demás, se llegó a los postres. Vamos, al momento del amigo invisible. A mí me había tocado, Sergio. Ese año fui afortunada, porque sabía perfectamente sus gustos, así que le regalé un maletín con la insignia de Hogwarts. Era un auténtico fanático de Harry Potter. En lo que sí era malísima, nunca lo acertaba, era en dar con quién me había hecho el regalo a mí. Eso sí, ellos tampoco lo hacían conmigo. Todos los años lo mismo: oh…gracias…qué bonito…Pero, en realidad, pensaba: “dónde leches pongo este “pongo”.

De repente, se oyeron unos gritos al fondo de la mesa. Provenían de una de las nuevas incorporaciones.

-¿Se puede saber qué coño es esto? -Si no recuerdo mal, creo que me dijeron que se llamaba, Manu.

-La gracia está en que seas tú quién aciertes el que te ha hecho el regalo. Vamos…que eres del género policiaco, ¿te vas a rendir tan pronto?

-No se trata de eso. ¿Has sido tú? Porque no tiene gracia, Fran.

Mi madre…pensé, ¿pero qué le habrían regalado? Desde donde me encontraba, siendo la mesa kilométrica, no se veía. Decidí acercarme y lo que allí había era un cuchillo ensangrentado con una hoja de pergamino que decía: “tú serás el siguiente”, “poco a poco caeréis todos”. Me quedé blanca, ¿qué quería decir eso? Con razón se había alterado, no era para menos.

-¡Chicos! ¡Aquí! -Gritó, Blanca- Los que estaban a su alrededor, miraron hacia dónde dijo. La escena era de auténtica novela de terror; Charly se hallaba tumbado en la mesa, asestado a puñaladas. Nos miramos unos a otros, ¿qué estaba ocurriendo? ¿Quién era capaz de tal monstruosidad? La tensión creció por momentos: todos a ojos de todos éramos culpables. Y, el problema estaba que no podíamos llamar a nadie. A no ser, a la inspiración de la inspiración, quizás su magia literaria nos echaba un capote.

Y mientras pensábamos entre todos qué hacer, llegó uno de los camareros y se llevó el cuerpo sin vida de Charly. Total, no tenía mucho sentido tenerle allí y al restaurante iban entrando grupos tanto de escolares como de empresas y no era plan que se encontraran con el berenjenal.

-¡Me cago en…! ¡Bastante mal está la literatura, como para que encima vengan a tocarnos los huevos! -dijo Diego- Perdonadme, me voy afuera a fumar, ¿alguien me acompaña?

-Creo que será mejor, Diego -dijo, Teo- que dadas las circunstancias, no salga nadie de aquí hasta no haber dado con la persona culpable de esta atrocidad. Seguro que te puedes aguantar las ganas de meterte nicotina en el cuerpo.

La mirada que Diego le cruzó a Teo fue tal que por un momento pensé que a quién estábamos buscando era a él. Lo que son los malos vicios…Pero bueno, le entendía perfectamente, también soy fumadora. Pensé en cómo se lo tomaría el escritor, llamado Carlos. Por norma general, las musas nos llamábamos igual que ellos. No sería fácil, ahora tenía que buscar la inspiración en otro sitio.

Después de más de dos horas, no habíamos sacado nada en claro. Lo único, mirarnos unos a otros como si todos fuéramos culpables. Las buenas palabras del principio de la cena se fueron al traste y el odio hizo acto de presencia en toda su magnitud. Ya lo dicen, las reuniones de trabajo y familiares en estas fechas tan entrañables no suelen acabar muy bien. La tensión era palpable.

-Desde luego, tanto tiempo y aún no habéis dado con el culpable, pero qué malos sois. -Nos giramos hacia dónde venía esa voz y, ahora sí, que todos pusimos cara de odio de verdad- ¿Qué? No me miréis con esa cara, no me digáis que no ha sido divertido.

Charly, nos miraba a todos, sonriente.

FIN.