En principio se repiten las formas heredadas de la etapa califal, pero a partir del siglo XIV se van a ir introduciendo elementos nuevos venidos de Al Andalus.
En nuestra ciudad quedan pocos restos importantes que nos desvelen lo que ocurrió en los alfares toledanos durante los siglos XII Y XIII aunque las excavaciones de los últimos tiempos permiten hacerse una idea de la oferta: loza doméstica y utilitaria como tinajas, cántaros, candiles, etc. y piezas de vajilla; se supone que también hubo aquí una cerámica verde y manganeso similar a la que se hacía en los alfares de Teruel y Paterna aunque sin evidencias absolutas.
Hay que esperar a finales del siglo para que empiece a desarrollarse con fuerza la cerámica mudéjar.
Estos alfareros trabajaban para una clientela en su mayor parte cristiana, aunque su origen musulmán hace que en sus obras se vean ternas ambivalentes como la Mano de FáHma O las caligrafías en letra cúfica que pierden su contenido religioso pasando a ser puramente decorativos.
En nuestra ciudad apenas quedan huellas de su presencia pero el alicatado aplicado a muros y suelos, debi6 ser una de las más importantes expresiones decorativas del Toledo mudéjar. Consiste en la colocaci6n de piezas pequeñas llamadas aliceres componiendo un dibujo de tipo geomé- trico que combina diferentes colores.
Esta técnica resulta muy difícil y costosa, por lo que los alfareros que la realizan deben tener un alto grado de especializaci6n. Aquí las formas de los aliceres son similares al resto de la prod ucci6n peninsular, pero varía la tonalidad de los colores y la calidad del esmalte al tener otra f6rmula.
De este momento hay que destacar los alicatados que imitan las labores decorativas de la Alhambra y los palacios reales de Sevilla. Existen ejemplos en la península asociados a la corona como el de Astudillo y Tordesillas; también en otros edificios religiosos como San Cebrián de Mazote en Valladolid, o el Convento de las Dueñas de Salamanca yen el templete del monasterio de Guadalupe, ya del siglo XVI. El afán por imitar estas formas islámicas hace que los monarcas y los nobles castellanos demanden profesionales para decorar sus palacios.
Por ejemplo el rey Pedro I manda construir en Sevilla el patio de la Montería dentro del Alcázar Real con sus paredes cuajadas de estos espectaculares alicatados o la Seo de Zaragoza, donde los Luna contratan a moros sevillanos para realizar las ornamentaciones exteriores. Resultaba extraño no encontrar decoraciones contemporáneas de alicatado en Toledo; una afortunada casualidad nos ha permitido descubrir en las obras de rehabilitaci6n del Convento de Madre de Dios la portada de una casa noble que perteneci6 a los Oter de Lobos y que podría fecharse en la primera mitad del siglo XIV.
El palacio mantiene una estructura de fachada usada con asiduidad por el mudéjar toledano: dos pilastras verticales enmarcan una superposicicin de vano adintelado y ventana en la parte superior, aunque la gran novedad está en la utilizacicin de piezas de cerámica intercaladas entre el muro de ladrillo. Sobre la puerta de ingreso campea un gran dintel rectangular con aliceres blancos, verdes y negros que lleva en el borde exterior un encintado que se entrecruza formando espacios alternos donde van alojados los escudos heráldicos y los rombos escalonados.
La singularidad de estas piezas heráldicas está en la técnica que se utiliz6 para dos de los escudos: una vez cocido el azulejo, el alfarero picci con mucho cuidado e! vedrío para crear e! motivo principal; al eliminar e! fondo quedaba al aire la superficie porosa de! barro que se pint6 de rojo de forma que los colores heráldicos fuesen los correctos ya que la tecnología cerámica de esta época no sabía aún c6mo obtener e! rojo.
El último registro de la portada está compuesto por una ventana triple con arcos lobulados de ascendencia almohade cuya rosca está rebordeada por tiras o cintillas verdes. Estas piezas cerámicas no se parecen a las locales; hay diferencias de textura en los esmaltes y del tono e intensidad de los colores; la ausencia del color melado delata una procedencia foránea. Puede tratarse de piezas importadas de Granada o Sevilla, cortadas y montadas ex profeso para esta fachada En e! museo de Santa Cruz de Toledo se guardan actualmente dos paños de alicatado, además de multitud de piezas sueltas, desgraciadamente, descontextualizadas.
El más deteriorado aparecici en 1910 en el jardín de la Casa del Greco y el otro paño, de diseño de tracería parece que form6 parte de un frontal o z6calo. Una muestra única que creemos proviene de un taller local son los restos que aún subsisten del solado primitivo de la sala de oracicin en la Sinagoga del Tránsito.
Este alicatado coetáneo del edificio, (siglo XIV) está constituido por una serie de piezas recortadas y ensambladas entre sí cuyas formas recuerdan e! dibujo de una alfombra y sus bordes exteriores con flecos y nudos. La tipología de las piezas es absolutamente original sin precedentes en la cerámica española, pero que tampoco parece influir en prod ucciones posteriores.
Estos restos han llegado hasta nosotros porque encima se colocó el altar cuando los caballeros de Calatrava obtuvieron la cesión de la sinagoga en 1+9+, dándole la advocación de San Benito. También sobre la puerta de ingreso y a una altura considerable se encuentra una cenefa con diseño geomé- trico vidriada en verde y manganeso, que perteneció a la decoración original de la portada; da idea de su totalidad el dibujo realizado por Pérez Bayer en el siglo XVIII. También del siglo XIV son las piezas de obra áspera encontradas como ripio de una de las bóvedas (la que corresponde a la capilla de Santa Lucía e inmediatas) de nuestra Catedral Primada.
Las piezas de barro cocido usadas como relleno de las bóvedas y fijadas entre s¡ con pegotes de cal tiene varios antecedentes en templos medievales españoles, por ejemplo en la parroquia de Nuestra Señora de los Reyes en Barcelona, o en la iglesia del Carmen de Manresa, en varias iglesias de Manises y en la catedral de Sevilla, todas fechadas alrededor del siglo XIV.
Que sepamos es el único caso conocido en nuestra ciudad donde habitualmente se so Ha rellenar con escombros lo que se denomina la alcatifa de las bóvedas indicando la idea de los constructores de que el peso hada trabajar mejor a las bóvedas por la compresión ejercida sobre ellas.
La solución de emplear vasijas de barro cocido es buena ya que cubican bastante y a pesar de su fragilidad son muy resistentes; desde Bizancio se conoce este tipo de solución arquitectónica que pareció utilizarse bastante en la España medieval. Las piezas aparecidas en la catedral, aunque se destruyeron en gran parte al sacarlas, estaban constituidas por cántaros, jarros o picheles y ollas con asas. El barro rojizo indicaba su origen tipicamente toledano y sus formas, algo toscas, son muy acentuadas con acanaladuras paralelas y concéntricas de poco relieve que muestran la influencia de la alfarería de época taifa, que perduró largo tiempo en Toledo.
Desde luego son anteriores a 1+93, fecha en que se cerraron las últimas bóvedas. Hablaremos ahora de las grandes piezas fabricadas en los alfares mudéjares toledanos: los brocales de pozo, las tinajas y las pilas bautismales, De las piezas más antiguas que nos restan, destacan los brocales de pozo realizados en barro cocido y tallado, derivación de los islámicos. Tienen una cronología que va desde finales del siglo XIII al XV.
En el Taller del Moro se conservan brocales de planta ochavada y circular, de los cuales uno ochavado va sin vidriar y los otros en verde y blanco. Todos están realizados tallando el barro una vez oreado con interesantes decoraciones vegetales e inscripciones en letra cúfica. Estos ejemplares toledanos quedan en menor cantidad que los conservados entre la cerámica corda besa o sevillana de la misma época.
José Aguado VillalbaFuente: http://www.realacademiatoledo.es/files/toletum/0054/01.pdf