La cerillera hipotérmica

Publicado el 10 junio 2014 por Diana Serrano @serralco

Seguramente que de pequeños os leyeran el cuento de “La Cerillera”, de Hans Christian Andersen. Una pobre niña, que vendía cerillas para ganarse la vida, muere en la víspera de Año Nuevo debido al frío del invierno sin que nadie reparase en ella. De este relato se desprende una dura lección para los más pequeños sobre valores como la solidaridad y la empatía hacia el prójimo.

¿Por qué escribo sobre este cuento en mi blog, si no guarda ninguna relación a priori con la temática sanitaria? Pues porque creo que con él podemos aprender de una manera original sobre la hipotermia y su fisiopatología.


La víspera de Año Nuevo, la cerillera paseaba por las calles de un fría y oscura ciudad...
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El cuento comienza con una fría y oscura noche de invierno en una ciudad cubierta por la nieve. Una chiquilla (supongo que de unos 8 a 12 años de edad) pasea por las calles de la ciudad en Nochevieja tratando de vender un puñado de cerillas para poder comer. Al principio, la temperatura corporal de la cerillera sería normal, de unos 37ºC gracias a sus mecanismos orgánicos de termoregulación. En un ambiente frío en el que existe pérdida de calor corporal, se activaría la termogénesis, que comprende medidas como:

  • Aumento del metabolismo celular.
  • Utilización de proteínas, glúcidos y lípidos.
  • Estimulación del sistema nervioso simpático.
  • Secreción de hormonas tiroideas
  • Piloerección
  • Temblor
  • Vasoconstricción cutánea

Todas ellas encaminadas a contrarrestar esa pérdida de calor producida por:

  • Radiación 65%: generada por la diferencia de temperatura entre el ambiente de la calle y el cuerpo de la niña.
  • Evaporación 20%: la respiración de la cerillera, sus jadeos y sudores al intentar correr detrás de la gente para vender sus fósforos y la ropa algo húmeda que llevaba también contribuían a que la temperatura de la chiquilla descendiera aún más.
  • Conducción 7’5%: al perder la niña los zapatos cuando escapa del coche de caballos que casi la atropella e ir descalza por la nieve, estaba perdiendo gran cantidad de calor a través de sus pies por el contacto entre ellos y el suelo.
  • Convección 7’5%: el gélido viento y la humedad de la nieve generaban un descenso en la sensación térmica de la cerillera, haciendo que tuviera aún más frío.

Al principio, la cerillera sería capaz de contrarrestar las pérdidas gracias a los anteriores mencionados mecanismos y reaccionar satisfactoriamente ante la agresión térmica. Al llegar su cuerpo a 35ºC, empezaría a temblar, sentiría escalofríos y sus manos y pies comenzarían a palidecer y a enfriarse debido a la vasoconstricción cutánea (de las zonas más distales para mantener mayor cantidad de calor en la parte central y así asegurar el funcionamiento de sus órganos diana). Posteriormente también adquirirían un tono azulado (acrocianosis) por la falta de oxígeno tisular en ambos miembros.
Para satisfacer las nuevas demandas metabólicas, el corazón de la cerillera aumentará sus latidos por minuto (FC >105ppm) así como la presión en sus vasos arteriales (TA >130/90ppm). Por desgracia, estas medidas no son muy efectivas a largo plazo y en poco tiempo, tanto su frecuencia cardíaca como su tensión arterial, descenderán alcanzando cifras de FC <75ppm y TA <85/55mmHg.
La frecuencia respiratoria sí aumentará satisfactoriamente, manteniéndose en cifras de taquipnea >15rpm, al menos mientras la pequeña tenga una temperatura superior a 32ºC.
El frío estimularía sus ganas de miccionar (orinar), y la motilidad de sus intestinos quedaría ligeramente paralizada, por lo que ya no escucharíamos ruidos hidroaéreos ni borborismos provenientes de su abdomen, a pesar del hambre que acuciaba a la pobre.
La afectación de sus sistema nervioso central haría que se encontrase apática, (probablemente por eso se sentó en una esquina a descansar y encender sus cerillas), algo confusa y con problemas para hablar (disartria).


Las alucinaciones visuales y auditivas se manifestaban cada vez que encendía una nueva cerilla
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La pequeña, con su temperatura descendiendo en picado, intentaría calentarse encendiendo los pocos fósforos que le quedaban para vender. Cuando su organismo pasó de 32ºC, el temblor desapareció, pero no porque el fuego estuviera haciendo efecto, sino por todo lo contrario. Ella seguía encendiendo la cerillas, pero con cada cerilla que gastaba tenía una alucinación visual e incluso auditiva: un árbol de navidad precioso, una suculenta cena de fin de año y su querida abuelita dándole cariño.
Su cuerpo se volvía cada vez más rígido, la respiración era bradipneica a <13rpm y su TA seguía bajando. El corazón latía cada vez más despacio y comenzaba a tener un ritmo irregular (aparecerían arritmias supraventriculares como la fibrilación y el flutter auricular). Iba perdiendo progresivamente calor hasta llegar a los 28ºC, momento en que la criatura tuvo la última visión de su abuela, partiendo con ella a un lugar mejor y entonces cayó inconsciente.

A partir de este punto, la niña se encontraba en una situación de hipotermia grave, pero aún era potencialmente reanimable. Presentaba un deterioro neurológico grave, sus pupilas eran fijas, midriáticas y apenas reactivas a la luz. Su corazón iba muriendo lentamente y no era capaz de funcionar correctamente, por lo que casi no se le podía tomar el pulso y estaba sufriendo arritmias cada vez más graves (taquicardia ventricular y fibrilación ventricular). La cerillera padecía un cuadro muy grave de hipotensión e hipoventilación, pero todavía podía luchar por su vida si se le hubiera aportado un adecuado soporte vital mientras su temperatura se mantuviera por encima de los 24ºC.

Por desgracia, nadie ayudó a la pequeña, y cuando finalmente rebasó el límite de los 24ºC, entró en una situación de muerte aparente. Su corazón pasó de la fibrilación ventricular a la asistolia, por lo que si le hubiéramos aplicado un monitor su ECG sería completamente plano. Su patrón respiratorio pasó a la apnea. Aún mantendría el tórax compresible y el abdomen depresible hasta los 15ºC. En el momento que pasó de los 14ºC torax y abdomen estarían rígidos, progresivamente la boca y la nariz empezarían a bloquearse parcialmente por el hielo, los ojos se le congelarían y su temperatura rectal descendería hasta igualarse con la del ambiente.

Podríamos pensar que afortunadamente esto es tan sólo un cuento, pero la realidad nos demuestra cada invierno que no es así. Desde 2006 hasta 2012, un total de 473 personas sin hogar han fallecido en las calles de nuestro país, y de ese total, 38 a causa de la hipotermia. Según Anna Carceller, directora del Instituto de Medicina de Montaña y del Deporte, afirmaba en una entrevista concedida para el periódico El País “a menos 30 grados, la temperatura a la que se ha llegado en partes de EE UU, una persona mal preparada se congela en un minuto”. Por ello es importante que tomemos la hipotermia como una patología más, y no símplemente como un estado o una técnica terapéutica.

Espero que os haya resultado original este post. Si tenéis interés por saber más sobre la valoración y cuidados de la hipotermia os agradecería de corazón que me lo indiquéis para preparar uno nuevo y así aclarar las dudas que puedan haber surgido durante la lectura de este. Y mientras… ¡seguid disfrutando de mi blog y nos vemos la semana que viene!

Bibliografía:

  1. Lizarralde Palacios, E; Gutiérrez Macías, A; Martínez Ortiz de Zárate, M. Alteraciones de la termorregulación. Rev. Emergencias 2000; Vol. 12; págs: 192-207
  2. Rivera Prat, C. A. Supervivencia en ambiente frío. Revista de Marina 2004. Ciencia y tecnología. Consultado el día 01 de junio de 2014. Disponible en: http://revistamarina.cl/revistas/2004/2/rivera.pdf
  3. Soteras Martíneza, I; Subirats Bayego, E; Reistein, O. Hipotermia accidental. Medicina Clínica 2011; Vol. 137; Nº. 4; págs: 171–177

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