La charca de las oportunidades

Por Naturalista
Las lluvias generosas de este año han creado, de nuevo, la charca, una pequeña laguna, en las afueras del ecosistema, que llevaba 15 años sin formarse. Como aquella primavera, en las orillas cientos de renacuajos de sapo (Bufo, abajo) se arremolinan sobre el barro, mordisqueando las plantas y algas en descomposición. Entre ellos se retuercen diminutas larvas de mosquitos quironómidos, que serpentean dibujando ochos a medias aguas. Ese también es el hábitat de los cangrejos cíclope, que, con su único ojo y su cuerpo de apenas medio milímetro, recuerdan al grupo de crustáceos dulceacuícolas del que, al parecer, evolucionaron los insectos. Voraces larvas de escarabajos acuáticos acechan a los renacuajos, y los mosquitos ahogados que flotan sobre la superficie del agua son el alimento de la hidrómetra (Hydrometra stagnorum, dibujo), una de esas especies de chinches que, literalmente, caminan sobre las aguas apoyándose en la tensión superficial. La comunidad de la charca configura un microcosmos que durará pocos meses pero, en tan poco tiempo, alcanzará una complejidad sorprendente.
Todas estas especies han permanecido ausentes del lugar durante más de una década, y sin embargo aquí están de nuevo. Los sapos del monte, ocultos durante años, se han desplazado hasta la charca guiados por un instinto más viejo que su propia especie. Los huevos del cíclope habrán aguardado su momento en el suelo, o habrán llegado arrastrados por el aire. Por su parte, los escarabajos acuáticos y la hidrómetra probablemente han venido desde lejos, quizá desde la charca de Los Caños, a más de un kilómetro. De una manera u otra, las lagunas temporales demuestran que la vida jamás desperdicia una ocasión de desarrollarse, aunque esa oportunidad sólo surja una vez cada 15 años.