La charcutería

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Julia tiene los ojitos pequeños y los esconde detrás de unas enormes gafas de pasta para que se le vean aún menos. Ronda los 70 (años y kilos) y tiene el pelo muy corto y gris. Dice que dejó de teñírselo hace 30 años, cuando descubrió que en las tres horas que se pasaba en la pelu podía hacer un montón de cosas inútiles que le satisfacían más.

Viene a mi clase de Escritura Creativa, donde nos creemos hijos de Faulkner, cuando no llegamos ni a bastardos de Dan Brown. Ponemos en común todos nuestros textos, algunos mediocres y otros directamente grotescos. Nos lee su historia de la semana: va de una chica, Julia, que en los años 70 estaba casada, tenía un hijo y compraba el pan todas las mañanas. Pero estaba enamorada de la charcutera, que también estaba casada, con dos niñas, cortaba el jamón a láminas finitas, y se pasaba el día pensando en Julia.

El contexto sociopolítico de la época hizo imposible ese amor, y Julia y la charcutera vivieron el calvario de ser amigas. Mil veces soñaron con follar detrás del mostrador de la charcutería, entre chorizos, jamones y trozos de cerdo. Pero nunca se dieron ni un beso.

Es una historia de anhelos, sexo reprimido, frustración y miedo. Es un relato al que le falta tensión por momentos, en algunos diálogos el tono de Julia es un poco forzado, y sobran partes de descripción innecesaria. Ah, y adverbios, que no sé por qué Julia le pone adverbios a todo.

Cuando termina de leer nos quedamos todos callados. ¿Qué os ha parecido? nos pregunta, con sus ojitos chiquitos. ¿He conseguido engañaros? Le suena el móvil y responde delante de todos. Que sí, que pasaré por la charcutería a recogerte, dice contenta.