La chispa adecuada

Por Equipo Edc - Mary González @EDCorredoras

“Todo arde, si le aplicas la chispa adecuada”, nos cantaban Héroes del silencio. Si bien el contexto de la canción nada tiene que ver con el running, el significado de la frase en sí, en cambio sí guarda un tremendo sentido en nuestro deporte.

Muchas veces tras un día de locos, en el que llegamos a casa “pasadas de vueltas”,  al salir a entrenar, habremos podido observar cómo el rendimiento no ha sido el habitual, no hemos corrido tan bien como siempre. Probablemente es debido a que nuestra sobreactivación nos ha llevado a no regular bien el ritmo de carrera (seguramente porque hemos salido más rápidas de lo habitual) y consecuentemente a experimentar una mayor fatiga, pudiéndonos obligar, en ocasiones, incluso a tener que abandonar el entrenamiento a medias.

Es más, es posible que durante épocas de estrés, donde el running es nuestro mejor aliado para sentirnos mejor, paradójicamente nos hemos lesionado, lo cual ha acentuado nuestra sensación de frustración y de rabia al no poder correr y tener nuestra vía de escape. Y es que si nuestro nivel de activación no se ajusta a la práctica que vamos a llevar a cabo, el riesgo de lesión se va a ver incrementado, sobre todo a medida que aplicamos cargas de entrenamiento.

Si bien el running nos puede ayudar a regular el estrés o la ansiedad, es importante no obviar que, para llevar a cabo una práctica de running saludable y para sacar el máximo rendimiento de nuestros entrenamientos, cada una de nuestras sesiones debemos  afrontarlas con un nivel de activación adecuado, y para ello es importante:

  1. En primer lugar, tomar conciencia de nuestro propio estado de activación. Debemos dedicar unos minutos antes de salir a correr a observarnos y pensar si nuestro estado de activación se ajusta a la sesión que vamos a llevar a cabo. Como decíamos, la sobreexcitación puede llevarnos a pasarnos de rosca, a no ajustar el ritmo, incluso a lesionarnos. Pero niveles bajos de activación también pueden ser perjudiciales para nuestra ejecución, dado que nuestro estado físico y mental no estará preparado para poder enfrentarse al requerimiento de la sesión.
  2. Conocer nuestro estado óptimo de activación, en función del entrenamiento que vamos a llevar a cabo. No vamos a necesitar el mismo nivel de activación para llevar a cabo un rodaje suave, que para hacer un fartlek, un entrenamiento de series, o para competir.
  3. Aplicar estrategias que nos permitan regular nuestro nivel de activación. Nuestro nivel de activación se puede manifestar en diferentes planos: fisiológico, cognitivo y conductual. La elección de la estrategia dependerá del plano que pretendamos regular. Por ejemplo, a nivel fisiológico, podemos utilizar técnicas de relajación o de respiración; a nivel cognitivo, el uso de palabras-clave, el control del pensamiento o el establecimiento de objetivos; a nivel conductual, la visualización o técnicas de autocontrol.

Retomando la frase con la que iniciábamos este post, nuestro estado de activación es la base que regula nuestra ejecución y nuestro rendimiento, ya que presenta una función energizante, dándonos la chispa adecuada para que arda nuestro rendimiento y nuestro bienestar.

Por Eva Parrado – Experta en psicología del deporte para EDC

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