Roberto es un publicista que no tiene trabajo. Tiene que pagar hipoteca, el colegio de sus hijos, etc. Acude a viejos amigos del trabajo, pero ninguno le echa una mano, así que decide salir de la ciudad e ir a reservar una habitación en el hotel de Cartagena donde su mujer y él pasaron la luna de miel. Descubrirá que en lugar del hotel hay un un teatro romano que ha sido descubierto donde se situaba el edificio. Por casualidad acabará dentro del teatro y cuando un guardia le descubre, Roberto, en su huída tropieza, se cae y acaba clavado a una viga en el suelo del teatro. Los medios, que están en el lugar, cubriendo la inauguración, acudirán en masa y convertirán la situación de Roberto en un circo mediático. "¿Y por qué no aprovecharse de ello?", piensa él.
En fin, una película que se las prometía muy felices y que nos hacía esperar una crítica divertida y mucho más inteligente de lo que luego vemos en pantalla. Al fin y al cabo lo que nos cuenta La chispa de la vida no es ninguna novedad hoy en día (en El gran carnaval de Billy Wilder a lo mejor sí era algo sorprendente) y hay cientos de películas mucho más comprometidas con la crítica a los medios que este film, que al fin y al cabo ha utilizado los medios que critica para vendernos algo que no tiene nada que ver con el resultado. Lo siento Álex, pero no tenías que haberte aliado con Randy Felman, José Mota y Salma Hayek. (3/10)