Parece lógico, y es verdad hasta cierto punto, que la robustez de un material se consigue a expensas de su dureza, y viceversa. En este caso, un material duro es aquel que no se puede rayar con facilidad ni abollar o deformar de otras maneras, y un material robusto aquel que no se rompe aunque reciba golpes. Un plato de vidrio es duro, ya que no es fácil rayarlo ni se abolla o tuerce. Sin embargo, es fácil que se rompa si cae al suelo. Lo contrario ocurre por ejemplo con una goma de borrar. Podemos rayarla con las uñas y basta presionarla un poco para que se doble o deforme, aunque en este caso recupere luego su forma inicial. Sin embargo, a diferencia del plato de vidrio, si cae al suelo no se rompe.
Lo normal es que robustez y dureza sean mutuamente excluyentes.
El equipo de Yuris Dzenis, del Centro de Materiales y Nanociencia, adscrito a la Universidad de Nebraska-Lincoln en Estados Unidos, ha desarrollado una nanofibra excepcionalmente delgada de poliacrilonitrilo, un tipo de polímero sintético relacionado con el acrílico, usando una técnica llamada electrohilado.
Dzenis y sus colegas descubrieron que haciendo que la nanofibra fuera más delgada de lo que se había obtenido anteriormente, no sólo se volvía más robusta, como esperaban, sino también más dura.
En el trabajo de investigación y desarrollo también han intervenido los ingenieros Dimitry Papkov, Yan Zou, Mohammad Nahid Andalib y Alexander Goponenko de la Universidad de Nebraska-Lincoln, así como Stephen Z.D. Cheng de la Universidad de Akron, en Ohio, Estados Unidos.
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