Al filo de la navaja
La violencia hacia el ser humano puede ser ejercida de forma física o moral y en el cine ha sido retratada miles de veces, pero seguramente, el que ha logrado una mayor coherencia a la hora de apostar por mostrar imágenes perturbadoras que parecen ser llevadas por un impulso vehemente sea el director y guionista austriaco Michael Haneke. En su trayectoria se observa una malsana visión de la humanidad, que dentro de su contexto cinematográfico no se puede obviar y forma parte de un denso y oscuro universo en donde no parece caber el perdón, pero sí una reflexión sobre la conducta propia de personajes trastocados llevada a cabo por su mente enfermiza, reveladora de un potente mensaje, bastante misterioso, que siempre deja huella.
Gracias a su regularidad, los amantes del buen cine volvemos a estar de enhorabuena. Haneke nos brinda una obra maestra como es La cinta blanca, que lleva su sello impreso hasta el último fotograma y en la que plantea bastantes vicisitudes en una historia ambientada en un pequeño pueblo de la Alemania de principios del siglo XX, pocos años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Se dice de ella que es su película más accesible, debido quizás a su estilo clásico y a la utilización esta vez de la voz en off del protagonista de la historia, el maestro del pueblo. Aunque, se ha de decir, que esa aparente proximidad al público menos dispuesto a entrar en su temática tan destructora, debe darse por supuesta cuando el espectador ya se encuentre sentado en la butaca de la sala de cine, porque las dos horas y veinte minutos de duración y su realización en blanco y negro hará que muchos rechacen la oferta en favor del cine más comercial y apto para todos los públicos.
Y si me permiten, aunque para mucha gente el cine de Haneke sea insufrible, no se debería de dudar de su increíble virtud a la hora de captar la atención del espectador en historias totalmente diferentes. Si repasamos películas como El vídeo de Benny (1992), Funny Games (1997), La pianista (2001) o Caché (2005), encontramos pocas similitudes en cuanto al argumento pero sí en la forma de mostrar lo que se quiere contar. Haneke tiene clara una cosa: le gusta revolver algo más que la mente del espectador, utilizando imágenes violentas que buscan una tensión que siempre encuentran, en las que se omite una banda sonora que las acompañe. Tengo la convicción de que quiere llegar siempre hasta el límite en su visión extremista de la evocación de los sentimientos, porque sus relatos excarvan en los estímulos que incitan a sus personajes a formar parte de hechos instintivos que resultan, en muchas ocasiones, dañinos para la vista del espectador más sensible.
En La cinta blanca logra otra vez una historia atrayente por su manera tan peculiar de mezclar cotidianeidad con imágenes contundentes, aunque esta vez no sean tan escandalosas como en las citadas El vídeo de Benny, cuyo protagonista es muy desagradable, o La pianista, con una Isabelle Huppert interpretando a un personaje incómodo de presenciar en muchas escenas. Pero es que en La cinta blanca también se puede ver una fotografía increíble, con un blanco y negro fantástico y una puesta en escena perfecta, sirviendo en bandeja a Haneke su posibilidad de volver a mostrar sucesos tan inquietantes como humillantes.
"Michael Haneke demuestra que está en plena forma, logrando una obra maestra con una dirección formidable, una increíble fotografía en blanco y negro y, cómo no, con su punto de vista tan malvado sobre la conducta humana"
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